COLABORADOR  INVITADO:


P. Fernando Pascual Aguirre de Cárcer, L.C.

Nació en Barcelona en 1961. Ha estudiado humanidades en Salamanca, Filosofía, Teología y Bioética en Roma. Recibió el doctorado en Filosofía en 1995,  y la licenciatura en Teología en 1997. Actualmente enseña Filosofía y Bioética en el Ateneo Regina Apostolorum (Roma). Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: "Educación y comunicación en Platón" (1996), "Abrir ventanas al amor" (2000), "La vida como don" (2002), "Modelos de bioética" (2005) y "Valores, bioética y vida social" (2009). Es sacerdote de la congregación de los Legionarios de Cristo. 
 


Una página en blanco. El viento fresco del crepúsculo. Una lluvia tibia en una tarde de verano. La sangre fresca corriendo por tus venas.

Así puede ser la vida de cada joven, chico o chica. Todo es futuro, esperanza, alegría. Parece que no hay obstáculos, ni traiciones, ni mentiras. Todas las fuerzas están listas para la aventura de la existencia, y una extraña confianza domina los sueños de quien vive entre música, estudios, deporte, amor y riesgo.

Pero luego llegan los desengaños, los fracasos, los golpes imprevistos. Una chica descubre que su novio la engañaba. Un chico se siente burlado por la joven que supo jugar con él. Un estudiante suspende el examen que había estudiado con más esfuerzo. Y una fiesta en la discoteca termina en una curva de carretera después de unas cuantas copas de más.

Cada joven es un misterio de ilusiones y pesimismos, de éxitos y fracasos. Las sensaciones se suceden mientras la vida avanza, y uno a veces no sabe ni lo que quiere ni lo que puede. Hay tardes que se viven intensamente, haciendo cosas grandes: por la abuela enferma, por el amigo al que ayudamos a resolver los problemas de matemáticas, por ese pobre de la esquina a quien le dejamos una bolsa de pan para que pueda engañar, al menos hoy, su estómago lleno de suspiros. Otras tardes terminan con una extraña sensación de vacío: entre un libro, una televisión, unas copas y el teléfono que no dejaba de sonar y de llamar transcurrieron 5 horas sin haber hecho ni siquiera un problema de Física que podríamos haber terminado en 10 minutos bien aprovechados...

Se dice normalmente que los jóvenes tienen mucha vida por delante y poca vida por detrás. Lo cierto es que todos tenemos por detrás experiencias y recuerdos que no pasan. Un niño caprichoso es un joven inmaduro: lo que hizo cuando tenía 10 años no deja de tener su importancia. Pero también es cierto que todos tenemos algo (no sabemos cuánto) de vida por delante.

El pasado nos dice mucho de lo que somos, pero no nos dice todo lo que podemos ser. Cada acto que nace de nuestro amor puede escribir con nueva tinta una historia que parecía triste, y que, de repente, termina de un modo feliz y esperanzado. Al revés, una historia que parecía estar llena de alegrías y de triunfos queda destruida en pocos segundos por una decisión equivocada.

Todos podemos ser jóvenes, todos podemos escribir algo nuevo en nuestra vida. Quizá ahora, en este instante, alguien espera unos pasos, una llamada, un reencuentro, un gesto de perdón o de cariño, para cambiar radicalmente una existencia que parecía destinada a un fracaso lleno de amargura.

Ahora podemos amar y ser amados. No sabemos si habrá mañana. Este momento es todo lo que tenemos. Puede servirnos, si lo que queremos de verdad, para construir un poco de cielo en esta tierra llena de dolores y de esperanzas...