Las cosas claras
desde el principio del poema
(suponiendo que lo sea):
Dios mío, no tengo ganas de ti.
Y tampoco creas que me esfuerzo mucho.
Te amo, pero creo que me amo más a mí.
Pero te amo,
aunque sea de una manera tan distraída,
te amo hasta cuando no te amo
y devano alguna que otra fantasía
de vida más llevadera.
Me da vergüenza ser así,
después de todas las sádicas torturas
y muerte que has pasado por mí.
Pero me doy la vuelta, cojo un libro
o me pongo a mirar por la ventana
por si veo algo sobre lo que escribir.
La vida, Dios mío, tu Vida, mi vida
sólo es la cáscara de unas cuantas palabras,
y no avanzo con el alma. Esa es la única verdad.
Tanto almendro en flor, tanta nube y armonía,
y tanta sensibilidad pletórica de nada.
De nada tuyo, quiero decir.
Así estoy: a medias de todo.
Con la mirada extraviada en esa desgana
que son para mí los días
cuando me aparto de ti.