Refresca el tiempo. Como todo en la vida -excepto las contradicciones- durará poco. Las ventanas abiertas, y la ropa recién plegada. Las doce. El ángelus. La casa con sus recuerdos de familia. Me miran desde las fotografías, y repaso las plantas y esas flores azules, rojas y amarillas pintadas al óleo. Ordeno las mesas, limpio un poco el polvo y aliso el relieve de una manta. Demasiada corriente de aire. Me gusta esa hiedra de luz que trepa por el espejo y las paredes, y el cromatismo de los libros donde me extasío. Ay, los detalles. Cosas donde te entretienes a pensar la vida. Al menos en alguno de sus días. La vista se te queda enganchada en el tarjetero naranja o en un collar que cuelga del picaporte de la puerta del dormitorio. Y vas y lo escribes, no se sabe muy bien el motivo. Puede que sea para rememorar dentro de un tiempo lo que vivo, lo que ahora ocurre, con esta corriente de aire, con las plantas, la ropa y los libros. Y las palabras se van fijando en lo que miro.