Hace ya mucho tiempo me cité con el P. Martín Descalzo, en su parroquia de Nuestra Señora de la Caridad, y le presenté mis escritos, como un hijo espera el consejo de su padre.

Después de unas cuantas recomendaciones de estilo, me dijo: "¡Ánimo, ya sólo te quedan cuarenta años para ser poeta!"

Lo cierto es que con el paso del tiempo (aún me quedan otros veinte años, por lo menos) me doy cuenta que eso quizá no es lo más importante, lo de ser o no poeta sino quizá con ser "ladrón de frases bellas", es decir, de mi corazón a la misma Belleza, me conformaría. Este último entrecomillado me lo dijo un amigo que hoy es obispo en un país de Centroamérica.

 

No eran felices porque fueran felices,
sino porque su corazón tenía una casa,
y su Dios las manos calientes.

(J. L. Martín Descalzo)


Amor,
designio, mandato, proyecto común, camino divino,
encuentro creador, renovador, personal.
Dos que no eran dos, sino uno,
por fin se encuentran y reconocen.
Dios puso, pone y pondrá lo demás.

Unión,
antes, aquí y ahora, en la eternidad.
Dejar que la vida, maravilla de espontaneidad,
llene todo, toda la persona, de felicidad,
es redescubrir el misterio de la Realidad.

Fortaleza,
valor, resplandece en el sentimiento,
el encuentro se hace sencillo, había de ser así, sacramento,
Él lo quiso, y los que aman, libres, se dicen: "Sí".

Vida,
se palpa en el silencio, en la mirada, en el trato,
respeto, confianza, cariño en el pecho, amor de la mano
de un Dios que les hace, para el otro, beso, caricia y abrazo.

Un "yo" y un "tú" distintos, pero ¡tan cercanos!
que son mitad uno del otro, un "nosotros" por Dios logrado,
un solo ser en dos recipientes de barro frágil y caro.
En sus deseos, emociones, proyectos y sudores, al lado,
Él está con ellos, Amor de sus amores, velando,
hasta el Destino que en ellos ha comenzado:
Unidad, Paz, Alegría,... ¡el Resucitado!