Pues bien, les diré la verdad, no tengo ni idea. Simplemente me hace gracia que sean tantos los que especulen que el Rey no ha ido a la boda del Príncipe Alberto de Mónaco en represalia a la célebre pregunta que el mismo realizara aquél día del año 2005, cuando se le ocurrió consultar cómo iba a hacer Madrid para garantizar la seguridad ante posibles atentados terroristas. Y toda España se llevó las manos a la cabeza y llamó al pobre Príncipe cualquier cosa por haber realizado aquella pregunta y hasta hubo quien se preguntó a qué intereses servía y quien le había pagado para hacerlo.
 
            ¿Pues saben qué? Que si yo hubiera sido el Príncipe Alberto, o dicho de otro modo, sin ser el Príncipe Alberto, si yo hubiera formado parte de ese jurado que había de decidir sobre la candidatura de Madrid a unos Juegos Olímpicos, habría realizado idéntica pregunta. No sé, francamente, a quien le puede extrañar que a toda candidatura que realice una ciudad española a un evento internacional se le pregunte sobre las medidas que piensa tomar para evitar atentados terroristas. Es una pregunta que le podría ser realizada a cualquier ciudad, a cualquier país, a cualquier Gobierno del mundo. Pero con mayor razón, a uno que lleva luchando contra un problema de terrorismo durante más de cincuenta años sin conseguir resolverlo, cuando otros gobiernos europeos (Italia, Alemania, Reino Unido) han resuelto el suyo en menos de veinticinco. Y que por si ello fuera poco, hace cosas tan raras como mendigar a la banda que comete los atentados para que acceda a negociar cuando prácticamente la tiene contra las cuerdas, o le permite acudir a elecciones democráticas mientras en el país exista violencia o la posibilidad más remota de ejercerla.
 
            Naturalmente que es necesario saber qué es lo que iba a hacer el Gobierno español para garantizar la seguridad de las importantísimas personalidades que habrían visitado España ante un evento de la magnitud e importancia de unos Juegos Olímpicos. Y si queremos que la gente no nos saque los colores con preguntas de ese talante, pues haber resuelto el problema antes y mejor. De esa manera, ni Alberto de Mónaco ni nadie, habría preguntado lo que preguntó. Llevarse las manos a la cabeza y rasgarse las vestiduras porque alguien que ejerce una responsabilidad en uno modo que cabe definir como correcto y hasta acertado, hace una pregunta tan esperable como por otro lado sensata, es patrioterismo barato, excesivamente barato, y francamente, espero que no constituya la razón por la que el Rey de España haya dejado de acudir a un evento en el que su presencia habría sido muy estimada.


 
 
 
De un Casillas que le planta dos besos... ¡¡¡a la mismísima Reina de España!!!
Por qué sé que la ETA dice la verdad sobre Faisán
Del fin y de los medios cuando del terrorismo se trata
De ZP en el Vaticano o de un elefante en una cacharrería