Luego ¿todavía vas a discutir conmigo que no hice bien en engañarte cuando vas a estar al frente de todos los bienes de Dios, y a realizar de por vida aquello que dijo el Señor a Pedro, que se levantaría, si lo hacía, por encima de los demás apóstoles?
 
Pedro -le dice-, ¿me amas más que éstos? Pues apacienta mis ovejas". Podía ciertamente haberle dicho: «Si me amas, practica el ayuno, duerme en el suelo, guarda altas vigilias, protege a los oprimidos, sé como un padre para los huérfanos y haz con sus madres oficio de marido». La verdad es que todo eso lo deja a un lado y sólo le dice: Apacienta mis ovejas. Porque todo eso que acabo de enumerar, cosas son que fácilmente pueden cumplir muchos de los súbditos, no sólo los varones sino también las mujeres. Mas cuando se trata del gobierno de  y de encomendar el cuidado de tantas almas, ante la grandeza de esta tarea, retírese a un lado todo el sexo femenino y aun la mayoría de los varones, y sólo den paso adelante aquellos que entre éstos aventajen en gran medida a todos los otros y, así descuellen por la virtud de su alma sobre los demás cuanto Saúl por la estatura de su cuerpo sobre todo el pueblo hebreo, y aún mucho más. Porque no basta aquí sobrepasar a los demás por encima del hombro". No. La diferencia que va de los animales sin razón a los hombres racionales, esa misma ha de mediar entre el pastor y los apacentados, por no decir que mayor, pues cosas mucho mayores se arriesgan.


En efecto, el que pierde un rebaño de ovejas, sea porque se las arrebaten los lobos o le asalten ladrones o las ataque una peste o les sobrevenga otro cualquier accidente, todavía puede esperar algún género de perdón de parte del dueño del rebaño, o, en caso de que se le exija un castigo, tendrá que pagarlo solamente con dinero. Mas aquel a quien se le encomiendan hombres, que son el espiritual rebaño de Cristo, en primer lugar, el daño que sufrirá en el caso de perder las ovejas, no será en dinero, sino en su propia alma; y en segundo lugar, la lucha que tendrá que sostener es mucho más dura y difícil. No tendrá que luchar contra lobos, no deberá temer a los salteadores ni preocuparse de alejar la peste de su ganado. ¿Contra quiénes será su guerra, contra quiénes tendrá que combatir? Oye al bienaventurado Pablo que te lo dice: No es nuestra lucha contra sangre o carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de las tinieblas de este siglo, contra los espíritus del Mal que están en las alturas. 
(San Juan Crisóstomo, De sacerdotio 11, 2)

 
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Ser pastor es una inmensa responsabilidad, tal como nos indica en este texto San Juan Crisóstomo. Pero ¿Cuál será la responsabilidad de aquel que es pastor universal? Sólo de pensarlo me tiemblan las piernas.

 
Tenemos que orar por nuestros sacerdotes, obispos y diáconos, pero no dejemos atrás al Santo Padre. Necesita de nuestras oraciones en su labor diaria y constante. Su lucha es una lucha constante contra el mal en sus múltiples manifestaciones.

Y ciertamente el mal no descansa y enfrentarlo requiere grandes dosis de templanza, fortaleza, fe y caridad. Pero sobre todo necesita de esperanza. Sin esperanza nada puede acometerse no sostenerse.

La Divina Providencia no deja a la Iglesia en manos del mal. Todo lo contrario, le hace prevalecer.

Felicidades Santo Padre. Cuente con nuestras oraciones