Algo desconcertado, estupefacto en realidad, en el programa "Julia en la onda" del martes pasado escucho afirmar a uno de sus contertulios, Juan Adriansens, con relativa indiferencia y sin que ninguno de sus compañeros de tertulia se le mueva una ceja, que el culpable del miedo que los seres humanos sentimos por la muerte no es otro que las religiones. ¡Y se quedó tan pancho!

            Desconozco qué clase de formación y educación haya recibido el Sr. Adriansens, pero por lo que a mi respecta, le puedo asegurar que mi miedo a la muerte data de mucho antes de haber tenido ni el primer contacto con los conceptos religiosos y que, como padre que soy, he podido constatar que mi hija, cuando ni siquiera conocía la palabra "Dios", ya le temía a la muerte. Y eso que, muy en la línea de los tiempos que corren, le hemos evitado en lo posible todo contacto con tan temida y temible realidad última. Fíjense Vds. cuál es su grado de espontánea preocupación por el tema, que un día en el coche, con apenas cuatro o cinco años de edad, apretando los dientes, cerrando los puños y abriendo los ojos cuanto era capaz, me preguntaba: “¡¿pero cómo se mueren, papá, cómo se mueren?!” (como si sólo "ellos" se fueran a morir, y no lo fuéramos a hacer, también, ella y yo).
 
            La muerte es temible, desde luego, para cuantos amamos la vida. Lo más curioso es que la teme, también, el que no la ama. La tememos cristianos, musulmanes y judíos, budistas e hinduístas. La tememos los creyentes, pero no menos en absoluto, los agnósticos y los ateos. La tememos los de derechas y los de izquierdas, los españoles y los rusos, los viejos y los jóvenes, los pobres y los ricos, siendo curiosamente, ella y el miedo a ella, lo que más iguala a unos y a otros. La temen hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, enfermos y sanos, médicos y verdugos, nómadas y sedentarios, románticos y pragmáticos, la tememos todos, absolutamente todos... Por temerla, la temen hasta los animales... Yo no sé de dónde se ha sacado el Sr. Adriansens que el miedo a la muerte es algo que nos hayan inculcado los curas carcas, orondos y de paso, porqué no, pederastas (¿pero acaso hay curas que no lo sean?).
 
            Las religiones no sólo no enseñan a temer a la muerte. Muy al contrario, las religiones intentan explicar esa realidad inevitable e insondable que es la muerte, buscando hacérnosla más aceptable, si es que la muerte puede ser aceptable para alguien. A algunos, las religiones les ofrecen una respuesta plausible. A otros, ni siquiera la religión lo consigue. Pero lo que no es recibo es que le temamos a la muerte porque nos lo hayan inculcado los curas de los que hablábamos arriba.
 
            Razones para no ser religioso puede haber muchas: no conozco a nadie, créame Sr. Adriansens, que lo haya dejado de ser para poder así liberarse de temer a la muerte.
 
 
 
 
 
De lo que nos aferra a la vida y nos aterra de la muerte
De los no creyentes y la defensa de la vida
De Dios y de su relación con los hombres