El Papa Benedicto XVI, consciente de los nuevos desafíos en el campo de la educación occidental, ha señalado la importancia de tomar “cartas” en el asunto. Así lo hizo saber, en un discurso dirigido a los obispos italianos, correspondiente al 27 de mayo del año 2010. En su mensaje, señaló las claves de la emergencia educativa, abogando por una nueva pedagogía, capaz de humanizar y formar a los alumnos y a las alumnas, a partir de una perspectiva, que realmente les ayude a ser críticos con la realidad que les está tocando vivir. La Iglesia, como parte de la sociedad, tiene mucho que hacer al respecto, empezando por aquellos colegios que se consideran de inspiración cristiana.
1.      Equilibrio entre la fe y las cuestiones académicas:
Un colegio católico descansa sobre dos pilares fundamentales que, a su vez, se complementan entre sí: fe y razón. El problema surge cuando se rompe el equilibrio, dándole más importancia a un aspecto que al otro. Las materias religiosas no pueden ser los únicos puntos importantes del temario, ni tampoco se puede caer en una perspectiva cientificista de las asignaturas. El éxito o fracaso de los consejos directivos, dependerá de la capacidad que tengan para conciliar ambos pilares, buscando la educación integral de los alumnos y de las alumnas, sin olvidarse del arte y del deporte.
2.     Calidad e inversión:
Los colegios católicos, no pueden quedarse al margen de la competencia educativa, sino que deben intervenir con creatividad y transparencia, valiéndose de los nuevos recursos publicitarios, pues la educación cristiana, no es un tesoro que deba esconderse. Ya no estamos en el siglo pasado, pues ahora en cualquier pueblo o ciudad, además de los colegios católicos, existen muchas otras opciones. Lo anterior, no es una crítica, pues es bueno que haya distintos espacios educativos, lo que si es que representa un nuevo desafío, pues los colegios de inspiración cristiana, deben preocuparse más por la calidad y la inversión de sus instalaciones y equipos.
3.     Cerrar o replegarse no es una opción:
No obstante, la falta de vocaciones en las congregaciones que se dedican a la educación, cerrar o replegarse no debe ser la primera opción, pues existe la posibilidad de contar con un buen equipo de laicos que, a su vez, puedan aportar nuevas ideas en el campo de la pastoral educativa. Ciertamente, la misión de los colegios católicos, implica un sentido de responsabilidad muy fuerte, sin embargo, vale la pena asumirlo, por la serie de aportaciones que brindan a la sociedad del siglo XXI.
Religiosos y laicos, tienen que unirse, para dar un nuevo impulso a los colegios católicos, especialmente, a los que se encuentran al borde de cerrar sus puertas, por falta de iniciativas pastorales y  académicas. No sólo hay que hablar de la emergencia educativa, sino sentar las bases de una respuesta coordinada y eficaz. Nunca hay que olvidar que educar es amar, siguiendo el ejemplo de Cristo quien siempre estuvo al pendiente de la formación de sus discípulos.