Estamos ante uno de esos casos tan frecuentes estos días de locos que vivimos, y que hace apenas quince años, parecían de ciencia ficción, y habrían dado para poco más de una broma en alguna película cómica sin mayor recorrido, de aquéllas de Fernando Esteso y Pajares, por poner sólo un ejemplo.
 
            En los juzgados de Málaga ha quedado visto para sentencia el caso de un majadero ¡de veinticinco añitos! -en mi época, carrerita terminada y buscando trabajo; o trabajando desde hacía seis o siete años por no haber hecho carrera; o en el peor de los casos, buscando trabajo como un desesperado- que ha demandado a sus padres porque no le daban una paga de... ¡400 euros mensuales! ¡Ahí es nada! Y eso que, según se informa, los pobrecitos progenitores, imagino que amedrentados por el peazo churumbel que les había caído en suerte y para que no terminara de amargarles la entera existencia y de llevarles al suicidio, ya le pagaban la letra del coche con el que el cachondo chavalito holgaba por las calles malagueñas, por valor de 235 euros al mes.
 
            El juez ha fallado que la perlita habrá de abandonar el hogar paterno en el plazo de un mes. Hasta ahí medianamente bien (me pregunto por qué tanto como un mes, tres días valen para realizar una mudanza, y no más de eso son los días de permiso a los que tiene derecho un trabajador para hacerla). Porque, con no se sabe qué criterio, ha fallado también... ¡¡¡que los progenitores están obligados a pasar a la joyita de niño que les ha salido una paga de 200 euros durante dos años!!! Y yo me pregunto ¿en concepto de qué? ¿No sería lo lógico que a sus veinticinco maravillosos añitos, fuera ya la perlita caribeña el que estuviera pasando una paguita a sus padres, aunque sólo fuera en concepto de reparación por el mucho dinero que sin duda ha costado su crianza y su pésima educación? Por no hablar de los muchísimos disgustos que, sin lugar a dudas, una criatura capaz de demandar a sus padres porque además de pagarle la letra del coche no le dan una paga de 400 euros al mes, ha podido dar en casa.
 
            Casos como el que comento no se dan en España por primera vez. Son muchas ya, demasiadas, las demandas juzgadas en los tribunales españoles con casos semejantes. Me pregunto bajo qué criterio son aceptadas en los tribunales y no desestimadas al solo hediondo olfato de la tinta con la que están escritas. Pero más aún me pregunto con qué criterios los jueces pueden alcanzar sentencias como la que comento. Y más aún todavía, si cabe, me pregunto qué es lo que estamos haciendo mal en esta sociedad, para que haya zánganos y sinvergüenzas de la catadura moral y la categoría humana del pijo de mierda éste capaz de demandar a sus padres para que le den una paga miserable con la que seguir repanchingado en casa tocándose lo que todos sabemos, puedan llegar a ser escuchados en un juzgado.
 
            Ahora bien, de una cosa no me cabe duda. Si una parte de la culpa la tienen los jovencitos que hacen reclamaciones como la que comentamos, bastantes más de los que deberían ser, otra buena parte la tenemos quienes hemos hecho posible que cosas así ocurran, haciendo creer a nuestros jóvenes que no tienen más que derechos, y que no necesitan trabajar ni para merecerlos ni para defenderlos.
 
 
 
 
 
De acuerdo por una vez con la Generalitat. Y no del todo.
¿Y qué hay de malo en que se vayan a Alemania (nuestros jóvenes a trabajar)?
Revelador informe sobre nuestros universitarios
De una inquietante encuesta sobre valores presentada por la FAD