Que antier ha sido un día soñado para la lucha contra el terrorismo es algo que no se le escapa a nadie. Por un lado, el terrorista más malvado que conocía el planeta ha conocido el final con el que andaba coqueteando desde hace bastante más de diez años, y el único que merecía su perversa carrera terrorista. Por otro, y según todo parece indicar, nos hallamos ante la primera ocasión en que la ingenua democracia española puede conseguir, en sus escasos treinta y cinco años de existencia, el ansiado objetivo de unos ayuntamientos sin terroristas, al haber invalidado el Tribunal Supremo las listas electorales del grupo llamado a representar a los terroristas, Bildu, a expensas siempre de lo que decida ahora ese órgano irresponsable y perezoso que se da en llamar Tribunal Constitucional.
 
            Precisamente por ello, es día propicio el de hoy para confrontar el discurso pretendidamente “riguroso” mantenido ayer por el Gobierno de este país, con los dislates y villanías que hace apenas unos meses decía y hacía ese mismo Gobierno, dentro de un espíritu pretendidamente melifluo, buenista e ingenuo, que escondía, en realidad, la más sinuosa y pérfida de las intenciones: ningunear a las víctimas para sacar tajada de los acuerdos con sus asesinos.
 
            Patético escuchar ayer a Elena Valenciano, secretaria de política internacional y cooperación pesoíta, diciendo que la muerte de un terrorista “es una buena noticia”, cuando hace sólo unos meses, la buena noticia era que, paseándose desafiante por las calles de San Sebastián, nuestro carnicero doméstico De Juana Chaos ya no chantajeaba al Estado, por la sencilla razón de que al haber cedido éste al chantaje, ya no había chantaje (el psilogismo "ocurrió", y es obra intelectual de quien pasa por ser la materia gris del Gobierno).
 
            Patético el sectarismo de la buena señora personalizando el éxito norteamericano en Obama, en una manifestación más de la babosería con la que se conduce cualquier miembro del pesoísmo cuando del Sr. Obama se trata, mientras el propio Obama, no sé si se fijaron, era el primero en alabar la parte de éxito que en la operación correspondía a su predecesor, el Sr. Bush. Un hecho que me trajo a la memoria la vileza del Iluminado de la Moncloa, cuando al poco de tomar posesión de la presidencia, inauguraba el AVE Madrid-Toledo construido por el Gobierno que le precedió, sin invitar a ninguno de sus miembros, y presentando la magna obra como propia: una bajeza marca de la casa.
 
            Patético escuchar al Sr. Zapatero hablar de la muerte de Osama Ben Laden como de “un paso decisivo en la lucha contra el terror”, cuando hace tan poco tiempo los pasos decisivos contra el terror en España se hacían sentándose a la mesa con “personas de paz” como Otegui o De Juana Chaos.

            Patético escuchar al Sr. Rubalcaba decir ayer que “la desaparición de Osama Ben Laden es un duro golpe al terrorismo”, cuando hace sólo unos meses, los duros golpes al terrorismo en este país consistían en ceder al chantaje de cualquiera, llámese un vulgar pistolero que se pone en huelga de hambre fingida; llámese cuatro muertos de hambre que secuestran un pesquero -¡y pensar que había instrucciones de no causar daño alguno a los secuestradores y, según se dijo, hasta fue multado un militar al que se le escapó un tiro!-; llámese siete desarrapados que toman de rehén a unos supuestos voluntarios jugando a pijos aventureros (uno de ellos, de nombre Albert Vilalta, después de haber costado su rescate 10 millones de dólares, todavía ha tenido la desfachatez de demandar al estado una indemnización por las secuelas psicológicas que le ha dejado "la aventurita"). Cuando no en avisar directamente desde el propio Gobierno -hay un director general imputado en el Faisán- a unos extorsionadores para que salgan pitando porque la policía va por ellos.
 
            Patética la impertinencia de la Sra. Valenciano barriendo pa casa y presentando el éxito de antier como un acto de justicia hacia las víctimas del peor atentado de la historia de España y de Europa, el 11-M, cuando lo único claro después de una investigación que ha sido una real chapuza de principio a fin, es que entre las muchas fechorías realizadas a lo largo de su vida por Osama ben Laden, -y por mucho que le gustara al pesoísmo que así hubiera sido-, no se encontraba ni se encuentra el atentado del 11-M, nunca reivindicado por Al Qaeda, y no precisamente porque dicho grupo exhiba algún tipo de escrúpulo para reivindicar y jactarse de atentados tan repugnantes o más que el del 11-M.
 
            Al Gobierno del Iluminado de la Moncloa le pasa factura su miserable pasado. Un pasado que le invalida tanto para acometer la lucha contra la crisis, como la lucha contra el terrorismo, como cualquier otro proyecto que se proponga. Por la sencilla razón de que el Gobierno ZP carece de palabra; careciendo de palabra, carece de credibilidad; y careciendo de credibilidad, carece de capacidad para gobernar.

            Ellos esperan que hagamos tabla rasa de su vileza y no se la restreguemos. Yo creo que tal día como el de antier es, precisamente, el más idóneo para hacerlo.
 

            (*) La partícula anglosajona “Bin” siempre fue “Ben” en español, una lengua que, como se sabe, ha recibido no pocos préstamos del árabe, y no necesita pagar por dichos préstamos intereses a otras lenguas interpuestas. Por cierto que la partícula en cuestión (bin, ben) significa “hijo de”, de manera similar a como en español se comporta la partícula “ez” al final de los apellidos.
 
 
 
 
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