«No sólo le invito a esto, más aún, se lo pido por las llagas de Cristo nuestro Redentor, en el nombre de Cristo quien, la vigilia de su Pasión, oró por sus discípulos para que todos sean uno». Este extracto de una carta de Juan Pablo II dirigida al obispo Marcel Lefebvre ha pasado a la historia del cristianismo como uno de los ruegos más conmovedores y profundos de un Papa.
 
La misiva, a propósito de las ordenaciones cismáticas que días más tarde llevaría a cabo el mismo Lefebvre, no fue atendida.
 
Cuando en 2009 el Papa Benedicto XVI revocó la excomunión a los cuatro obispos ordenados ilícitamente por Marcel Lefebvre redacté uno de los primeros artículos divulgativos que tocaban la historia, el desarrollo y la actualidad de la cuestión lefebvrista (aún se puede consultar en y ).
 
Por entonces las respuestas poco amables de algunos comentaristas anónimos se dejaron sentir rápidamente. Y he visto que esa experiencia, multiplicada por mucho, es la que ha vivido recientemente el padre con la serie de artículos que en su blog de InfoCatolica ha puesto bajo el nombre general de «Filo-lefebvrianos».

Tras haber leído las tres primeras partes (está una pendiente) no puedo dejar de expresar mi sintonía con lo expresado por el . Son reflexiones profundas que desmodorran la conciencia e interpelan a vivir en la fe auténtica de la única Iglesia de Cristo.
 
Los datos, los argumentos y la riqueza misma del vocabulario empleado en la redacción le dan un valor que bien se puede calificar de lectura prescriptiva para estar en sintonía con el magisterio de la Iglesia. Personalmente, además, me recuerdan el modo de discurrir de santo Tomás de Aquino.
 
Era de esperar que causara revuelo: cuando la verdad interpela o nos adherimos a ella o nos ponemos contra ella.
 
Dicho esto, enlazo a los tres artículos del padre Iraburu que suscribo totalmente:
 
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