He reflexionado despacio sobre esta decisión de escribir públicamente a unos hermanos míos sacerdotes. Me parecía un poco atrevido, y sin la autoridad que esto requiere tratándose de cosas muy serias. Pero he pensado que por encima de los respetos humanos y la falsa prudencia está la caridad fraterna. Y desde la humildad de sentirme uno más del grupo de los llamados por el Señor sin merito alguno, expongo lo que siento en el corazón. Los fieles laicos, que sufren nuestras miserias, se merecen una respuesta desde la fe.

            Amigos y hermanos: No hace falta recordar que hemos recibido una sublime misión, empapada de una responsabilidad muy grande. Desde que fuimos ordenados ya no somos para nosotros, sino para los demás. Como diría el Papa, hemos sido voluntariamente expropiados de nuestro yo personal para invertirnos completamente en el Yo de Dios y en un nosotros con las almas que se nos han encomendado.
            Y lo que realmente impresiona es que el Señor no ha querido despojarnos de nuestra propia humanidad, con todas sus grandezas y miserias. Profesamos una religión de  Encarnación. Cristo se hizo hombre para salvar al hombre desde su propia condición, aunque su Humanidad era santísima.  Nosotros seguimos siendo hombres entre los hombres. Con todas las tendencias vivas, y las tentaciones acechando en cada paso que damos. Pero debemos ser distintos porque allí donde estemos somos Cristo en acción permanente.

            Contamos con medios muy poderosos para ser fuertes ante las dificultades: La Eucaristía, la Penitencia, la Palabra de Dios, la Oración, las virtudes teologales, las cardinales, los dones del espíritu Santo, el amor de Dios y de la Iglesia, la confianza que el Pueblo de Dios pone en nosotros, el cariño de María y de todos los santos, el Ángel de la guarda y el Arcángel ministerial…
            Pero podemos pecar de imprudentes y meternos insensatamente en el fango. En la basura que hay en la vida y de la que prevenimos constantemente a los fieles laicos. Hace falta mucha madurez humana, mucha personalidad, y una autenticidad sin fisuras. Pienso que muchos no debieron ser ordenados sacerdotes. Los obispos no deben dejarse angustiar por la falta de clero. El candidato al sacerdocio debe ser íntegro, de una pieza, aunque sea pecador. Si a los que se van a casar les exigimos discreción de juicio para saber a lo que se comprometen, y capacidad para asumir las obligaciones propias del matrimonio, a los que aspiran al sacerdocio no deben ser menos. Mucho más.
            Una cosa es que tengamos la mala suerte de cometer un pecado, del que hay que arrepentirse y expiar su culpa. Y otra cosa muy distinta es llevar una doble vida, poniendo la cara buena a la hora de predicar y haciendo lo contrario a la hora de la verdad. Casos se están dando muchos por desgracia. El demonio se está cebando en el mundo clerical. Porque es diabólica la pederastia, la infidelidad, la falta de coherencia, el aseglaramiento, el abandono de los deberes ministeriales, la defensa de una concepción herética de las verdades de fe, el intentar apropiarse de la Iglesia amañándola a los intereses ideológicos y políticos de algunos sectores, el anteponer el nacionalismo al catolicismo, incluso en algún caso, realmente inhumano, la defensa del aborto, del divorcio, de la homosexualidad…
            Están proliferando las profanaciones y asaltos a los Sagrarios. Es culpa de los delincuentes, pero también culpa de la falta de fe en la Eucaristía de quienes tienen  a su cargo esos Sagrarios, que a veces están más indefensos que el buzón de las limosnas.  Estoy cansado de ver Sagrarios con la llave puesta, o iglesias y capillas poco vigiladas. Y no digamos nada de las comuniones a granel, como el que come pipas…

            Que perdonen los fieles laicos que están leyendo esto mi sinceridad un tanto descarnada. Pero es lo que están percibiendo muchos. A mis hermanos sacerdotes les pido sencillamente seriedad. A los obispos vigilancia y valentía para corregir, y a los fieles laicos mucha oración por nosotros y que nos corrijan las veces que haga falta.
            La Virgen en distintas revelaciones privadas, y algunas de ellas ya admitidas oficialmente por la Jerarquía, habla de la tribulación que iba a pasar la Iglesia por la infidelidad de muchos sacerdotes. Parece que se está cumpliendo. Pero Iglesia somos todos y hay que guiar mar adentro y echar las redes en el nombre del Señor, con sacerdotes o sin ellos, y cogeremos la pesca milagrosa.
            Que me perdonen mis colegas. Rezo por todos y pido que recen por mí, ya que, como dice la Palabra de Dios: “El que esté en pié mire no caiga” El que esté sin pecado tire la primera piedra” (Jesús). “Si decimos que no hemos pecado, somos mentirosos.” (Juan).
            Querido lector, contamos contigo para que los sacerdotes podamos siempre ser cien por cien sacerdotes. Dios se lo merece, vosotros también, y nosotros lo necesitamos. Nos va en ello la Vida Eterna.

Perdón por el atrevimiento y muchas gracias.
 
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com