El Plan de retirada unilateral de Israel de la Franja de Gaza en 2005 promovido y llevado a cabo por el gobierno del ex Primer Ministro Ariel Sharon- en coma desde el 4 de enero de 2006 como consecuencia de un accidente cerebrovascular- además de no haber servido para lograr la paz con los palestinos, cambió el destino de muchos israelíes que fueron expulsados de diferentes asentamientos donde habían vivido y trabajado la tierra con esmero por mucho tiempo. Seis años después del Plan de desconexión, un grupo familiar desalojado de Gush Katif, que se reubicó en Ariel y luego terminó recalando en Itamar, encontró su designio trágico.

Aproximadamente a la una de la madrugada del sábado 12 de marzo de 2011, casi todos los integrantes de la familia israelí Fogel, compuesta por Udi, el padre de 38 años, su mujer Ruth de 35, sus hijos Yohav de 11, Elad de 3 y Hadas de cuatro meses, dormían en el día sagrado de Shabat, cuando uno o más terroristas palestinos, burlando una valla perimetral de seguridad sin que se accionara la alarma, ingresaron furtivamente a través de una ventana abierta a la casa de los Fogel en Itamar (Oasis en hebreo) en la región de Samaria, Cisjordania, y en un acto atroz y deleznable asesinaron al matrimonio acuchillándolo con saña, al igual que a sus hijos de 11 y cuatro años a quienes también les asestaron sendas puñaladas en el corazón. A la beba de 4 meses la ultimaron despiadadamente en su cuna. Los únicos providenciales sobrevivientes, son Roi de 8 años, e Yishay de 2 que estaban en una habitación contigua y la hermana mayor Tamar de 12 años, quien al regresar a su domicilio luego de una reunión estudiantil en la sede local del movimiento Bnei Akiva, se encontró con la macabra y espeluznante escena de los crímenes.

Inicialmente, un informe oficioso decía que el ala militar de Fatah, Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa-, apéndice del grupo terrorista fundado por el extinto Yasser Arafat- se adjudicaba la autoría del cobarde ataque, quien según un portavoz “fue una respuesta a Israel por la continua política hostil hacia el pueblo palestino”.

La masacre de los Fogel, naturalmente provocó llanto, consternación e ira en Israel, indiferencia en muchos países que no se inmutan cuando los muertos son israelíes o judíos, y algarabía y festejos en Gaza, donde en la ciudad sureña de Rafah se repartían caramelos y dulces a transeúntes y automovilistas que circulaban en caravana, para celebrar la salvaje matanza. Esa repugnante actitud, irremediablemente lleva a reflexionar, sobre la naturaleza e idiosincrasia de los palestinos que ansían crear su Estado. El Primer Ministro de la Autoridad Palestina (AP), Salam Fayyad, hábil propagandista, condenó el ataque, expresándose en inglés- que difiere de los pronunciamientos que se hacen en árabe- diciendo que “No hay duda que estamos contra la violencia. Nosotros la rechazamos y siempre la condenamos”. Por su parte, un conspicuo cultor del doble discurso, el presidente de la AP Mahmoud Abbas, alias Abu Mazen, había sido reticente en condenar expresamente los horrorosos asesinatos en Itamar mascullando en inglés que “toda violencia, conduce a la violencia”. Abbas no quería diferenciarse nítidamente del Hamas que había expresado su aprobación al atentado terrorista al que llamó acto “heroico”, porque las revueltas que sacuden el mundo islámico, de signo fundamentalista y no democrático como muchos suponen, pueden precipitarse en su territorio. Es más sencillo atribuir al odiado Israel todos los males que aquejan a los palestinos, que reconocer el latrocinio y corrupción que corroe a su propia sociedad. Cuando Abbas llamó al Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu para expresarle sus condolencias, recibió de éste una severa reprimenda por la incitación que se hace en la televisión, en mezquitas y escuelas de los palestinos, al odio hacia Israel y los judíos, mientras las autoridades palestinas exclaman a Occidente slogans de paz. El día lunes 14 de marzo, Mahmoud Abbas condenó el ataque terrorista al que llamó despreciable, inmoral e inhumano. En un reportaje que le hizo la Radio de Israel, negó la incitación al odio de Israel y los judíos de la que fue acusado con fundamento por Netanyahu, -registrada en videos y textos escolares- y dijo que “un ser humano no es capaz de algo como esto”. “No soy capaz de ver a una beba de 4 meses asesinada o a una mujer masacrada”. “Cualquier persona que tenga sentido de humanidad debe sentir dolor y propulsado a las lágrimas por esta vista”.

Más allá de los pocos creíbles discursos de ocasión del presidente de la Autoridad Palestina, lo cierto es que los palestinos son asesinos de bebés y niños por antonomasia. Desde comienzos de la Segunda Intifada en 2000, dieron muerte intencionalmente, no en forma accidental, al menos a 123 niños. Dispararon a adolescentes cuando estaban estudiando, intentaron matar a niños de jardín infante y en centros de cuidados infantiles. Contradiciendo lo declamado por Mahmoud Abbas, hay numerosos registros de asesinatos de niños. También en Itamar, en junio del 2002 un terrorista palestino asesinó a balazos a 4 miembros de la familia compuesta por Rajel Shbo y sus 3 hijos de 15, 12 y 5 años, después de haber hecho lo mismo con el guardián del asentamiento. En el mismo fatídico lugar y año Habash Hanani, otro terrorista palestino, quien fue glorificado como “mártir” recientemente por la AP en la televisión local, asesinó a tres estudiantes secundarios.

Contrariamente a su política de respetar la muerte, sin armar escenas fraguadas e impactantes como hacen los palestinos (producciones conocidas como Pallywood) el Gobierno de Israel, con el consenso de los familiares de los Fogel, decidió dar a conocer por primera vez las impresionantes fotografías de las víctimas del sanguinario ataque terrorista. El hecho no fue óbice para que, como es habitual, la cobertura de gran parte de la prensa internacional, -seudo progresista y antisemita- sobre el bárbaro asesinato en Itamar que incluyó a niños y una beba, produzca asco por su tendenciosidad. Mientras que algunos medios directamente ignoraron la noticia, otras publicaciones y agencias de noticias, se abstuvieron de calificar como tal el brutal crimen terrorista y en lugar de condenarlo sin retaceos como la objetividad y ética periodística obliga, prefirieron como el diario español online Madrid press.com escribir maliciosamente, tornando a las víctimas en culpables, que “La población de Itamar es una de las más extremistas de entre los colonos de Cisjordania”. Igual criterio adoptaron el diario El País del grupo Prisa, cada vez más desembozadamente antisemita, y la CNN, cuya crónica mereció que el Gobierno de Israel, dirigiese una carta de queja y pedido de disculpas a la Cadena de Noticias por el reporte de su cronista que además de carecer de objetividad, minimizaba el brutal asesinato. A los anteriormente nombrados órganos periodísticos que desvirtúan la profesión, hay que agregar a la BBC e incluso a FoxNews, generalmente más objetiva.

Las Fuerzas de Seguridad de Israel deben revisar su rol en la masacre de Itamar, por haber fallado la valla de protección, ya que al parecer, por ser extremadamente delicado el sensor, disparaba al menor contacto alarmas consideradas falsas, y los guardias no le prestaron atención al ingreso de los terroristas. Por su parte, el Gobierno debe considerar como un error el haber cedido a las presiones de algunos países, de organismos y grupos de izquierda, comenzando con los israelíes Betzelem o Shalom Ajshav, para eliminar muchos de los irritantes pero necesarios puestos de control, para facilitar el desplazamiento de los palestinos. Evitar el incordio a éstos, favoreció el accionar de los terroristas que asesinaron a la familia Fogel.

Rubén Kaplan

Autor "Tras el velo"- La mujer en el Islam
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