Lo publicaba el Diario de Navarra, El Mundo - Martes 01 de Febrero del 2011.
Una joven que ha cambiado su uniforme de enfermera, y su acta de concejala,  por un hábito de monja en un monasterio. Es un estímulo para tantos cristianos que a veces no se deciden a dar con audacia un paso adelante en el compromiso con Dios. Aunque muchos no lo crean, los claustros se van llenando de personas  como María Teresa.

María Teresa Martínez Vallvey, vecina de Pamplona de 35 años,. "Renuncié el mismo día en que tomé posesión del puesto", comenta alegre. También ha dejado su acta de concejal por UPN en el Ayuntamiento de Berrioplano y, en breve, se despedirá de su familia y amigos para comenzar una nueva etapa en su vida. "A mí no se me apareció ningún ángel para alertarme. Lo cuenta I.M.M. en Diario de NavarraMi vacío interior era cada vez mayor", relata sobre su decisión: convertirse en monja de la Congegación de la Madre Teresa de Calcuta, las Misioneras de la Caridad.

 
Tiene 35 años. Y dice que no será duro. «Me ha tocado la lotería. Lo dejo todo. Familia, trabajo, casa, amigos... Pero para mí todo es nada», asegura, sonriente. «Cuando te toca la lotería no te da pena dejar tu casita pequeña porque te vas a vivir a un chalé».
Nacida en Bilbao, pero en Pamplona desde 1989, ella es la pequeña de 9 hermanos. Estudió enfermería en la Universidad de Navarra y, hasta la fecha, desempeñaba su trabajo como enfermera en el Hospital de Navarra. Durante esta legislatura ha sido concejal de UPN en Berrioplano. "Entré en política porque sabía que había recibido de la sociedad formación, y quería transmitirlo de alguna manera. Pero no es mi camino", comenta.
"Siempre he intuido que estaba puesta por Dios para algo. Él nos preguntará al final que hemos hecho con nuestra vida. Y yo tenía un vacío, a pesar de tener todo lo que una persona puede tener", comenta mientras recuerda los últimos tres años, en los que se ha fraguado, poco a poco, su decisión definitiva.
"Para mí la fe siempre ha estado ahí, pero en distintos niveles de importancia en mi vida en función de los años. Hace tres años empecé a rezar más. Me gusta mucho esa frase de Santa Teresa en la que se dice que para un cristiano que no haga oración ni 15 minutos al día no necesita ya demonio que le tiente", reflexiona.
En el verano de 2009, movida por una inquietud que le impulsaba a conocer el tercer mundo y la pobreza, llegó a la India, cerca de Calcuta. "Caí en shock. Lo duro no fue ver a la gente en la calle o la pobreza tan grande. Lo duro para mí fue el contraste de mi vida con lo que allí me encontré. Fui allí con otra médico y una farmacéutica y por la mañana ayudábamos en un asilo de gente necesitada en Predman y por la tarde en un lugar que creó la Madre Teresa en Kalighat, donde la gente va a morir", cuenta. En la India encontró lo que había echado de menos en su vida.
"Al volver a Pamplona, entristecí. Allá no había sentido una llamada especial a mi vocación y la dejé aparcada, junto a la tumba de la Madre Teresa de Calcuta. Le di muchas vueltas a todo y mi director espiritual me recomendó que lo dejara todo escrito, por si me servía en un futuro para conocer la llamada", rememora María Teresa Martínez.
Desde entonces, comenta, se dedicó a "cumplir el mensaje de la Madre Teresa" con su familia, con sus amigos o con los enfermos. "Pero, de verdad, nada me llenaba. El vacío que sentí era muy grande y no quería quedarme en verano en Pamplona. Sin embargo, se me cerraron todas las puertas de las ONG para poder acudir a algún lugar. Casualmente, a través de una amiga, pude acudir a Nápoles a colaborar en un campamento de niños con familias con problemas", expone sobre cómo dio otro paso hacia su decisión.
"En Nápoles me entró la paz y la alegría, las monjas que allí había me dieron envidia. Tras leer textos de la Madre Teresa a su vuelta a Pamplona decidió dar un paso más para disipar sus dudas y pasó 15 días en Madrid en un convento. "Ahora me encaja el puzzle de mi vida", relata mientras asegura que lo deja todo "para ser feliz". "A pesar de cambiar la comodidad de mi vida actual por otra que puede ser más un camino de espinas", señala.
 
Su deseo es ayudar a los demás. Sabe que eso lo puede hacer desde una ONG, o desde el Hospital de Navarra, donde trabajará hasta el 25 de noviembre; pero Martínez Vallvey busca dar un paso más: «Yo no sólo voy a hacer una labor social, sino a intentar que la gente conozca que Dios la quiere».
En enero marchará medio año al centro que la orden de las Misioneras de la Caridad tienen en Sabadell. Será su primer paso. Luego vendrá el noviciado en Roma y, por último, los votos. "Luego, donde toque", concluye.
La futura monja es muy consciente de que es una excepción en su generación. ¿Qué le diría a esa abrumadora masa de jóvenes que no comparten su fe?
«Que no se dejen engañar con falsos dioses. Tenemos que aprender a ser sinceros. Lo único que hacemos es parchear: con un viaje, con un trabajo... Somos avestruces, individualistas. Una conversación con un amigo es más importante que tener el último modelo de móvil. El ser humano tiene mucha más riqueza».