Concluye febrero, mes en que los Estados Unidos ha albergado dos de los eventos deportivos Made in America más seguidos en todo el mundo: la Super Bowl y el All-Star de la NBA.

De hecho y en un aspecto enormemente curioso, estos dos eventos se han hecho protagonistas en España por la “guerra de las ondas”. En Estados Unidos, se maneja el tema de exclusivas radiofónicas y, por ello, la Cadena SER, gracias a tener los derechos de la Super Bowl, bloqueó el acceso de la retransmisión de la gran final de la NFL a la Cadena COPE. Ésta, ni corta ni perezosa, adquirió la exclusividad del partido de las estrellas de la NBA, con lo que la SER no pudo narrar el cuarto encuentro de esta índole que disputaba el catalán Pau Gasol.

El tema de las radios en España simplemente nos manifiesta la importancia que estos acontecimientos han adquirido a nivel mundial. Pero aunque el carácter festivo centra la atención ya de gran parte del planeta y paraliza a Estados Unidos durante toda una semana, la diferencia es muy importante. En la Super Bowl, se disputa el título de la NFL. En un solo partido se resuelve cuál de los dos equipos, que se han destacado como los mejores de 32, se proclama campeón. En cambio, el All-Star tiene mucho más de fiesta que de competición deportiva. En él, la importancia para un atleta radica en ser elegido, ya que esta selección lo coloca entre los mejores 25 jugadores del planeta.

Este año, los Green Bay Packers, uno de los equipos más laureados y antiguos de la NFL, conquistó la Super Bowl por primera vez desde 1997. Para los románticos del deporte americano, el triunfo fue aún más importante, pues Green Bay, la única organización deportiva estadounidense que funciona como un club, única que no tiene un propietario definido, fue quien triunfó en las dos primeras Super Bowls (1967 y 1968) y su entrenador, el mítico Vince Lombardi (de quien hablaremos un día), da nombre al trofeo con el que se premia al campeón. Por su parte, el All-Star de la NBA volvía a Los Angeles y el show no pudo faltar. Un jugador local novato, Blake Griffin, ganó el Concurso de Mates, saltando rumbo a la cantas por encima de un coche, mientras un coro interpretaba en el centro de la pista la canción “I believe I can fly” (“Creo que puedo volar). En el duelo, el Oeste dio cuenta del Este, 148143. Gasol (17 puntos y 7 rebotes) tuvo la mejor actuación de sus cuatro participaciones en el Partido de las Estrellas y su compañero de equipo en los Lakers, Kobe Bryant, fue elegido Jugador Más Valioso del partido, gracias a encabezar el match con 37 puntos, cuarta cifra más alta de la historia en un encuentro de esta índole.

Sin embargo, de todas estas fiestas, parafernalias y grandes eventos, y respetando el enorme logro de los Green Bay Packers, yo me quedo con los Pittsburgh Steelers, un equipo propiedad de la familia Rooney, la cual no duda en mostrar su fe católica y lo que es más importante, en actuar acorde con ella en todo, incluyendo la dirección de un equipo. Curiosamente para muchos, y aunque hayan perdido este año la final, proceder de esta manera también ha dado resultados en el plano deportivo, ya que ningún equipo de la NFL ha ganado tantas Super Bowls como los Steelers: ¡seis!
 
Independientemente de todo lo que hacen por la sociedad, la receta de los éxitos deportivos de los Rooney se basa en lo siguiente: creen en su gente y no dudan en promocionarla. En los últimos 41 años, los Steelers sólo han tenido tres entrenadores. No se dedican a los “grandes fichajes”, sino que basan su éxito en la formación y promoción de los propios jugadores que ellos eligen en el draft, procedentes de la Universidad.

Los Steelers, fundados en 1933, están ya en su tercera generación. Los compró el viejo Art, que dejó el equipo al entrañable Dan y éste, hace muy poco y para hacerse cargo del puesto de Embajador de los Estados Unidos en Irlanda, lo pasó a sus hijos. El caso tampoco es común, pues la mayoría de franquicias norteamericanas están hoy en manos de grandes magnates o, en el caso de ligas como la NBA, de inmensas empresas.

Es importante promulgar la fe, pero más lo es dar ejemplo y vivir acorde con lo que se dice. El caso de los Rooney es un perfecto ejemplo.