Ya es casualidad que Porthos y yo hayamos coincidido en el mismo tema en la misma semana, aunque, afortunadamente, en aspectos diferentes. Si él comentaba el lunes sobre aquellos católicos que se “enorgullecen” de tener amigos ateos, yo hoy expondré por qué no creo en los ateos, o para ser más precisos, por qué no creo en su ateísmo. He de advertir que todo lo que diga a continuación se referirá a la mayoría de ateos porque esa es mi experiencia, pero seguro que alguna excepción habrá, especialmente en lo que se refiere a la segundo punto.

Dicho esto, no creo por tres razones.

En primer lugar, no creo en ellos porque la mayoría lo son por comodidad. Piensan que vivir sin Dios en más fácil que con Él y, por tanto, sencillamente, “no creen”. Pero no han estudiado la cuestión seriamente (me da risa cuando alguno responde que fue a un colegio de curas). Si se les pregunta por sus motivos, dirán que la ciencia ha demostrado que Dios no existe (?), que las religiones son un mito (?), que la religión es un fenómeno ya superado (???)… o cualquier otra cosa que hayan oído por ahí, especialmente en la televisión. Pero pocos han dedicado el tiempo que merece a estudiar una cuestión tan trascendente; ni piensan hacerlo.

En segundo lugar, por su incansable empeño en desacreditar, incluso menospreciar, a los creyentes. Es como si les molestáramos, como si algo en sus conciencias les avisara de que somos un peligro o una amenaza. De ahí que los creyentes seamos pobres dogmáticos ignorantes, incapaces de razonar y necesitados de mitos donde agarrarnos para esconder nuestra inmadurez, mientras que ellos son reflexivas e inteligentes mentes, estandartes de la verdad, que devolverán al mundo la cordura perdida. Y yo me pregunto: ¿por qué esta manía contra la religión y los creyentes? Quizás sea lo del refrán de que “muerto el perro, se acabó la rabia”, que traducido a nuestro asunto viene a ser “muerta la religión, se acabó el problema de conciencia”.

Y en tercer lugar, porque no creer en Dios por considerarlo innecesario, inexistente, etc., les lleva a creer en cualquier cosa por ridícula que sea. Porque si Dios no existe ¿cómo explican la existencia del universo? ¿O, más aún, la misma Existencia? Qué es más absurdo ¿creer en un Ser creador o en una creación “autocreada”? ¿En un Ser que da comienzo a la historia o en una materia infinita? En definitiva lo de Chesterton, pero no insisto porque de esto ya hemos hablado en otras ocasiones (ver aquí y aquí).

En resumen, no creo en los ateos. Y ellos, faltaría más, son libres de no creer en mí…

Aramis 

PD: hay un cuarto motivo por el que no creo en los ateos: es llamativo cuántos de ellos empiezan a “creer” cuando se acerca “su hora”. Será que le ven las orejas al lobo y que más vale tomar precauciones. Por si acaso.