s comensales, al final, aplaudieron vivamente. Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del Salmo… Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sino un profundo silencio. Algunos se le habían saltado las lágrimas. El actor se mantuvo en silencio, después se levantó y dijo a todos, notablemente emocionado: Señoras, señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche y lo hayan comprendido. Yo conocía el Salmo, pero este hombre: ¡Conoce al pastor!