Entre las grandes sorpresas que casi a diario depara la excavación arqueológica en el que con toda seguridad es, en este momento, el gran yacimiento del mundo, Israel, se anuncian estos días los descubrimientos realizados en el sitio conocido como Horbat Midras, que podrían incluir la mismísima tumba del profeta Zacarías.
 
            Horbat Midras es un yacimiento conocido de antiguo, en el corazón de Judea, en el que, de hecho, se ha hecho mucho pillaje. Data del período del Segundo Templo y fue destruido durante la gran revuelta del año 135, la de Jesús Bar Kochba, Jesús el Hijo de la Estrella traducido, que supuso la definitiva expulsión de los judíos de Jerusalén, cosa que consumó, cansado de las continuas revueltas judías, el Emperador Adriano. Y con ella, la Gran Diáspora (que no la primera) de los judíos por el mundo entero conocido.
 
            Todo comenzó con el descubrimiento de un precioso dintel que hizo pensar en la existencia de un gran edificio del que formaría parte. La realización de las oportunas excavaciones desveló que, efectivamente, pertenecía a un importante edificio de la época bizantina, sobre el cual se había construido con posterioridad una iglesia, convertida luego en basílica de tres naves, con un magnífico patio de entrada en cuyo suelo, ha sido hallado un bellísimo mosaico de motivos florales, animales y geométricos; y tras él, un pasillo formado de ocho magníficas columnas de mármol con bellos capiteles importados, según se dice, de Turquía.
 
            Debajo del templo, todo un complejo subterráneo con habitaciones, instalaciones de agua y almacenes de los tiempos del Segundo Templo, en donde se han encontrado monedas, lámparas y vasijas judíos.
 
            Pero lo más interesante del sitio es la posible presencia en él de la tumba del profeta Zacarías, en cuya memoria se habría levantado la iglesia descubierta, supuestamente descubierta por los cristianos en el año 415 y presente en el famoso Mapa de Madaba, un mosaico del s. VI que cubre el suelo de la iglesia de San Jorge en Madaba (Jordania), la más antigua representación de Jerusalén y Tierra Santa que se conserva.
 
            Zacarías, undécimo de los doce profetas menores, habría profetizado del año 520 al 518 a.C., justo a la vuelta del exilio babilónico, apremiando a los judíos a construir el que habría de ser el Segundo Templo, destruido el primero con la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor en 597.
 
            Zacarías predicó la venida del Mesias, y es el profeta al que se refiere Mateo, -de los evangelistas el más preocupado por el cumplimiento de las profecías veterotestamentarias-, cuando, al hacer su entrada triunfal Jesús en Jerusalén el domingo de ramos a lomos de un pollino, dice esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el profeta” (Mt. 21, 110). Es también el que profetizara:
 
            “En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán duelo por él como se llora a un hijo único, y le llorarán amargamente como se llora a un primogénito. Aquel día será grande el duelo en Jerusalén, como el duelo de Hadad Rimón en la llanura de Meguidó Y se lamentará el país, cada familia aparte: la familia de David aparte y sus mujeres aparte” (Za. 12, 1012).
 
            Donde la exégesis cristiana ha visto una alusión más que evidente a Jesús, a quien, como es conocido, no le fueron quebradas las piernas en la cruz, sino que le fue traspasado el costado con una lanza.
 
 
 
 
 
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