Aunque en ocasiones pase desapercibida, se haga de manera insignificante o no se valore, la Fracción del pan consagrado -el Cuerpo de Cristo- es uno de los gestos sacramentales del mismo Señor que la Iglesia amorosamente ha conservado. ¡Lo reconocieron al partir el Pan! Pensemos que el Señor tomó pan (preparación de los dones), bendijo a Dios (plegaria eucarística), lo partió (Fracción del Pan) y lo dio a sus discípulos (la Comunión).
 
"Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo" (IGMR 72).
 
Ha terminado el beso de la paz sin canto (¡no existe en rito romano un canto ad pacem!). "Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más cercanos a él" (IGMR 82). Entonces el coro entona el Agnus Dei (Cordero de Dios) que es la letanía que en el rito romano acompaña a la fracción del pan.
 
 
 
La importancia de esta fracción se comprende a la luz de los antiguos Ordines romani y de los Pontificales medievales. La hostia -era una sola- se fraccionaba por manos del Obispo y se partía en suficientes trozos para la comunión del Obispo, del clero -sacerdotes, diáconos, subdiáconos, acólitos- y de los fieles. No pensemos en el tamaño pequeñísimo de la hostia normal que vemos en cada Misa, sino en una hostia grande de pan ázimo que es lo que la Iglesia ha empleado durante siglos cuando los fieles comulgaban (hubo un momento en que dejaron de comulgar, sólo querían ver al Señor).
 
El Misal hoy prescribe:
 
"La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos" (IGMR 321).
 
El sacerdote -y si es necesario con la ayuda del diácono- comienza a fraccionar el Pan consagrado mientras se canta la letanía "Cordero de Dios" de claro sentido sacrificial. Cristo se entrega y se reparte por amor: es Víctima inmolada.
 
El Pan es partido en diversos trozos para que los fieles puedan comulgar del Pan consagrado en esa Misa.
 
Una vez fraccionada la Hostia, un pequeño trozo se deja caer en el cáliz: "El sacerdote parte el pan e introduce una parte de la Hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención, a saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso" (IGMR 83).
 
Reza en silencio el sacerdote su oración de preparación para la comunión, hace genuflexión y toma uno de los trozos -el que va a sumir al comulgar- con la mano derecha y lo muestra a los fieles, o sobre la patena o sobre el cáliz que sostiene con la mano izquierda (Cf. IGMR 157): pero es un solo trozo el que muestra, el suyo, y no la Hostia en dos partes puesto que ya ha sido fraccionada en diversos trozos.
 
Para corregir entonces:
 
Recordemos siempre -por el valor espiritual de este rito- que los discípulos de Emaús reconocieron al Señor, precisamente, en la fracción del Pan.