Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

En Jaén, donde resido, existe una plaza sufridora de discordia y disensión ciudadana motivada por unas obras de adecuación funcional, como reza la información emitida por el concejo municipal y la corporación provincial, pagadores de los trabajos comenzados el pasado lunes, que han sido interrumpidos por varios ciudadanos, deseosos que no se toque un solo pelo a esta placita situada en pleno centro comercial de la capital del Santo Reino.

Este enclave urbano está dedicado a un conocido deán catedralicio, quien naciendo en la provincia santanderina llegó a Jaén opositando a una canonjía durante el siglo de las Luces emitidas desde la Ilustración. Era un hombre inquieto intelectualmente y hábil con la pluma y la razón humana. Integró el grupo creador de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, desde la cual publicó su famoso Retrato al natural de Jaén y su término municipal, obra cumbre de la pasada, presente y futura situación de una tierra con muchas posibilidades, pero con un carácter apocado, triste, melancólico y falto de iniciativas empresariales y comerciales.

Aquel prebendado valiente tenía por nombre José Martínez de Mazas, vivió en la calle Hurtado, alentó las obras del Sagrario de la Catedral, estuvo en el papel de consejero de varios obispos, y acabó sus días dejando obras muy interesantes que todavía no han visto la luz de la publicación.

El deán Mazas, como reza el rótulo de su plaza, nunca podría sospechar que fuera noticia por mor de unas obras de arreglo y adecentamiento, ya que los metros cuadrados de su suelo fueron sucesivamente jardines de la vieja plaza del Mercado, tapados cuando en la década de los treinta del siglo pasado se levantó el edificio de la delegación de Hacienda. Los sencillos jardinillos recibieron una fuente dedicada al arquitecto don Justino Flores, arquitecto del palacio de la Diputación Provincial, junto a la cual nunca faltaba el fotógrafo del minuto, quien con su trípode fue cronista popular de los muchos visitantes que entonces llegaban hasta el desaparecido hotel Nacional, sito en el palacio de los Vilches, hoy edificio bancario. Como tampoco podía sospechar el intelectual deán Mazas, que la vieja Alhóndiga, cuyas espaldas daban a la plaza, desapareciera del paisaje urbano construyéndose los viejos Almacenes El Pósito, bajo un bloque de viviendas, y levantándose con entrada por la plazoleta del deán la clínica del doctor don Fermín Palma, cuyas ventanas hoy, como residencia de la tercera edad, sirven para que los ancianos ingresados en ella vean cómo debaten vecinos ansiosos de parar unas obras objeto de la actual polémica.

Cuando Jaén, ciudad provinciana siempre, contó con una flota de autobuses urbanos que enlazaban los barrios con el centro, los munícipes del momento, pensaron que la plaza del deán Mazas, o detrás de Hacienda, como se decía por aquellos años, podrían ser el apeadero de subir y bajar gentes de los autocares. Así se mantuvo hasta que con los aires de la actual democracia los buses pasaron a la plaza de la Constitución, delante de Hacienda. El deán Mazas en su plaza quedó en silencio y perdió el olor a gases contaminados de los tubos de escape. Alcanzó la plazoletilla  pasar a la peatonalización, pomposo nombre, significativo de que los coches no entraban en ella,  por el costado del palacio hoy banco. Los bares y cafés entraron a colocar sus terrazas veraniegas, con conciertos de música y cantantes, creando un ambiente bullanguero y festivo. Ahora las obras de remodelación son discutidas por algunos vecinos de la ciudad. Seguramente el deán Mazas no desearía ser hoy ni el alcalde, ni el presidente del ente provincial, porque las protestas no cesan hasta haber interpuesto una demanda judicial. Ya contaremos el final, que es difícil de atisbar al día de la fecha. Jaén sigue siendo igual que el deán retrató.

Tomás de la Torre Lendínez