Revisando prensa pasada me encontré con un ejemplar del semanario (el número 713, para más señas). No me detengo en tantas cosas buenas que podría destacar de este semanario del arzobispado de Madrid, sólo resaltó una parte del mismo que me llamó poderosamente la atención. Se trata de la sección "la foto" donde hay un par de ellas con un impactante contraste. Las pego a continuación y la reflexión posterior la copio del mismo semanario (con un añadido mío al final).

 

Estas dos fotos son desoladoras, pero lo más desolador es que podrían ser muchas más. Ese ser humano desnudo y tirado en una acera de Haití, ante el que pasa la gente indiferente, o ese otro mendigo irlandés que, con su vaso de plástico en la mano, solicita una ayuda al Director para Europa del Fondo Monetario Internacional que pasa por delante de él sin siquiera mirarle, en el fondo son la misma foto: la miseria moral es infinitamente peor que la miseria material. Podrían venir a esta página las terribles fotos de los cientos de fetos abortados encontrados en bolsas en un templo budista de Bangkok, o las de casi medio millar de muertos en la estampida de un festival juvenil en Camboya; el sinsentido, la irresponsabilidad, la insensibilidad ante los miles de muertos por el cólera en el martirizado Haití, son el desgraciado denominador común que define, mejor que mil discursos, a la sociedad en la que vivimos.

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En alguna ocasión me sucedió que al salir de misa me encontré con una viejita que pedía dinero. Llovía a cántaros y ya era tarde. La demás gente que también salía de la iglesia pasaba a un lado de esa mujer enjuta sin apenas mirarla. Como es costumbre, yo no llevaba dinero (tengo voto de pobreza) así que me acerqué a la viejita y le regalé mi sonrisa; me disculpé por no poder darle "algo", le pregunté cómo se llamaba... y así me enteré que tenía un hijo inválido, obviamente ya grande, que dependía de lo que ella recibía como limosnas (que no debía ser mucho a juzgar por lo que vi). Al ver estas fotos he pensado en que quizá sería uy fácil "juzgar" al director para Europa del Fondo Monetario Internacional pero que a veces, pocas o muchas, nos puede pasar lo mismo. La indiferencia es un mal también para el creyente.
 
Si alguna vez alguien le pide y usted no tiene dinero, al menos regálele una sonrisa. No cuesta. Quizá no cambiará la pobreza material de "esa persona", pero le aseguro que sí la moral. Y, paradójicamente, usted también resultará enriquecido