Este artículo no trata asuntos, que, lamentablemente, son realidades cotidianas, como la corrupción del sistema judicial, ni siquiera tratará las injusticias que causa en la administración de la justicia la falta de medios económicos de muchos de quienes acuden a los tribunales.

Este artículo apunta hacia la capacidad que tenemos de hacer Justicia, con mayúscula, al margen de los Códigos legales, muchas veces ilegítimos, establecidos por el Sistema, a través de una elección consciente de nuestros gastos.
 
Algunas noticias que recibimos a través de los media nos permiten vislumbrar el nivel de corrupción del actual sistema judicial, cuyo origen es el falso fundamento filosófico sobre el que pretenden fundarlo: el positivismo jurídico y el "origen popular" de la justicia, y que es propiciado por la politización partidista en la constitución de sus Organos de Poder, que elimina toda independencia y se termina plasmando en la baja categoría profesional de muchos de los jueces, resultado de su elección "a dedo" en cuartos turnos, de magistrados que ocupan tribunales superiores por su afinidades ideológicas, etc..
 
Es en este sistema, en el que parece que algunos gozan de "inmunidad" y donde, muchos, creemos que ciertos magistrados, a través de sus sentencias, agradecen los favores políticos a quienes los eligieron, algunos magistrados, con cobardía manifiesta, evitan comprometerse sentenciando benignamente contra los delitos de terrorismo o corrupción y otros magistrados, sin embargo, se ceban con los débiles olvidando el "garantismo" que tan celosamente se aplica los terroristas o a los corruptos políticos.
 
En otras ocasiones, constreñidos por leyes bastardas, quizá legales pero ilegítimas, fruto del citado positivismo jurídico, los jueces no tienen más remedio que, aplicando los códigos, penales o civiles, dejar libres a delincuentes reincidentes, no perseguir conductas aberrantes, etc..

En este caso no son directamente los jueces los corruptos pero sus sentencias son espureas, pues aplican leyes inmorales.
 
Además, como es obvio en todas las facetas de este sistema, que hace hipócrita apología del trilema revolucionario francés, algunos son más iguales que otros, y el sistema judicial favorece claramente, a través del sistema procedimental y de su lentitud, a los más ricos, que pueden costear los honorarios de los mejores profesionales, dilatar los tiempos a través de recursos formales, etc...
 
Pero estos párrafos no quieren profundizar en estos asuntos, sino señalar la capacidad que tenemos todos para, en nuestra medida, hacer Justicia, la justicia de la que habla Unamuno, al margen de una legislación, que nos han impuesto unos parlamentarios que tienen una concepción totalitaria del Estado, donde no se reconoce los límites y las garantías que proporciona el respeto al Derecho Natural.
 
Y nuestra capacidad para poder hacer Justicia en una sociedad consumista está basada en nuestra libertad de elección del gasto: En nuestra sociedad las relaciones económicas cada vez influyen más decisivamente en los valores dominantes de sus habitantes.

Aunque en muchas ocasiones no son conscientes, los consumidores tienen en sus manos influir en el resultado final de esas relaciones, a través de sus decisiones de compra:
 
Etc..
 
Esas entidades, al hacer su opción por atacar el orden natural y vulnerar la Justicia, deben recibir tu sentencia y arriesgarse al castigo de que muchos consumidores no quieran relacionarse con ellas para proporcionarles ganancia, mientras agredan el Orden Natural
 
No se propone una renuncia al consumo con menoscabo de la calidad de vida sino pequeñas y constantes elecciones alternativas que no perjudican al agente-consumidor y dan muestra de criterio y raciocinio. Una manera de sugerir un cambio de actitudes y hacer Justicia es la compra inteligente.
 
A través de tu capacidad de consumo y gasto, hecho con consciencia puedes "comprar" la Justicia y premiar y castigar la conductas buenas y malas