Hay demasiada gente que vive de mentiras.
Como si la vida no fuera nada, como si nada,
como si sólo importara aparentar una leyenda
que resulta ser un farol en plena partida.
El alma apenas es para ellos una fantasía
que guardaron un buen día en el trastero del olvido.
Como si la vida sólo quisiera ser un capricho
que no fuera a morir nunca.
En la vida ya no importa la verdad,
lo que de verdad importa es el precio de las personas.
Importa el frenesí de un carrusel de sombras.
Da miedo pensar demasiado, no vaya a ser
que alguien acabe siendo consciente del vacío,
consciente del hueco donde estaba el alma.
No son pocos los que huyen de ese vértigo,
y se precipitan en el abismo de otro vértigo peor,
desgarrándose la vida y la cordura y la esperanza
en esa constante caída que es la mentira.
¿Resultado? Impostura y hastío. Esa zozobra
donde sólo existe la tristeza.