Durante el Adviento, en distintos días, y ahora en las ferias mayores con mucha frecuencia, la Iglesia ha cantado el salmo 71, deseando, anhelando, rogando, que "en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente".

Los tiempos del Mesías que canta el salmo son los tiempos del Salvador, Jesucristo, en su venida definitiva donde todo se instaurará en Él. El Reino de Dios, que es la Persona misma de Jesucristo, trae la paz porque Él es nuestra Paz.

 

No una justicia manchada, aquella de los hombres que con su corazón herido por el pecado bajo capa de justicia se aplica venganza solapada o se permiten injusticias; aquella paz que no es fruto del consenso siempre frágil, ni de los pactos, ni del dominio del fuerte sobre el débil... sino la paz de Cristo.

Esta paz es la que anuncia la Iglesia con la venida de su Esposo: "que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente"... ¿Por qué? Porque "Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector, él sea apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de sus pobres".

La oratio ad pacem del Adviento en el rito hispano-mozárabe levanta los corazones a una súplica por la paz mientras aguardamos su Venida gloriosa.

 

 

 

O también:

 

 

(Dom. III Adv.).