El pasado 21 de junio, mi compañero en este mismo medio Wiederholen se hacía eco del caso de una pobre musulmana somalí de diecisiete hermosos años convertida al cristianismo, a la que sus "atribulados" padres, por un lado, castigaban cruelmente, golpeándola o atándola a un árbol entre otras lindezas, mientras un médico le aplicaba la "oportuna" medicación destinada a revertir la extraña enfermedad en que consistía su conversión.
 
            Pues bien, esa joven, llamada Nurta Mohamé Farah, ha sido cruelmente asesinada el pasado 25 de noviembre en la región somalí de Galgadud, en el oeste de Somalia.
 
            La situación es particularmente dramática, pues el asesinato, de varios tiros en el pecho y la cabeza, habría sido llevado a la práctica, según todo apunta, por sus propios familiares, que la habrían localizado en casa de otros parientes en la región de Galgadud, adonde la joven habría llegado huyendo de su población originaria, Bardher, en la región de Gedo, al oeste de Somalia.
 
            El Informe de libertad religiosa de Ayuda a la Iglesia necesitada señala acertadamente cómo la Constitución somalí emanada del Gobierno Federal Provisional (GFP), el grupo que controla uno de los cuatro territorios en los que hoy día se divide el conflictivo territorio somalí, concretamente aquél en el que han acontecido los hechos, aún cuando establece como religión oficial el islam profesado por la práctica totalidad de la población, garantiza el derecho de todos los ciudadanos somalíes “a la misma protección y a los mismos beneficios de la ley sin distinción de raza, nacimiento, lengua, religión, sexo o filiación política”.
 
            Como quiera que sea, la particular situación de ingobernabilidad que rige en el país, así como la dudosa voluntad de poner en práctica los preceptos teóricamente establecidos en la ley, hace que la libertad religiosa que recoge la Carta Magna no se respete en la práctica, lo que permite temer que el asesinato de la pobre Nurta quedará impune.
 
            En Somalia no pervive hoy ningún lugar de culto cristiano abierto al público, y la práctica del cristianismo es, como mucho, algo íntimo, cuando no clandestino. El asesinato de conversos al cristianismo es frecuente: en 2008 se registraron seis casos que eran veintiuno en 2009. Dichos asesinatos los ejecuta un grupo terrorista de nombre Al Shabaab (jóvenes, juventud), que ejerce la violencia no sólo sobre los cristianos, sino también sobre grupos musulmanes a los que considera desviados. El asesinato de Nurta representa la dolorosa novedad de haber sido realizado no por un grupo extremista, sino por los propios familiares, muy probablemente sus padres. Esta es la historia de una joven mártir contemporánea llamada Nurta.
 
            P.D. ¿Reclamarán los representantes españoles ante la Alianza de Civilizaciones la condena de tan execrable crimen? ¿Lo hará la ex-ministra de Igualdad, hoy flamante secretaria de estado de Igualdad, Bibiana Aído?
 
 
 
 
 
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