Quisiera regalarte un poema, Madre.
Un poema con muchas flores dentro.
Jazmines, iris, crisantemos, rosas...
Con esas pocas cosas que son mi vida
ofrecerte lo que soy: un poema imperfecto.
Pero transparente, sin nada superfluo.
Y que leas en cada palabra una mirada.
Una mirada que sólo desea mirarte.
Una mirada muy pequeña, de niño grande.
Quiero regalarte, Madre, todo lo que tengo;
y hacerlo verso, canción, pureza, arte.
María, mi dulce Reina Inmaculada,
ayúdame a ser mejor hijo: más Cristo.