Me llama alarmado un primo mío, argentino, que además de primo y de argentino es un gran amigo, porque quiere que rebatamos a un escritor, igualmente argentino, Antonio Brailovsky, ex-Defensor del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, quien, en un artículo, afirma que ninguno de los textos sagrados, ni la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) ni el Corán, condena explícitamente la esclavitud. Pero la estricta realidad, y así informo a mi primo decepcionándole, es que al Sr. Brailovsky no le falta razón. Y es que, efectivamente, ninguno de los textos enumerados hace una condena explícita –e implícita, casi diríamos que tampoco- de la esclavitud. En los tres, la institución es aceptada como una realidad imperante en el mundo en el que esos libros fueron escritos, y en uno de ellos, el Antiguo Testamento, incluso se va más allá, formulándola y regulándola.
 
            Muchos aprovecharán, desde ya, para rasgarse las vestiduras y lanzar diatribas contra las religiones en general y contra el cristianismo, -de las tres religiones la que más autocrítica suscita, es impresionante lo autocríticos que podemos llegar a ser los cristianos-, en particular.
 
            No adelantemos, sin embargo, acontecimientos ni saquemos las cosas de contexto. Pretender que diez siglos antes de nacer Jesucristo en el caso del Antiguo Testamento, uno después de hacerlo en el Nuevo, y siete después de ello en el caso del Corán, sus autores hubieran condenado la esclavitud, es un argumento a-histórico, incongruente, absurdo, inválido para obtener ningún tipo de conclusión, salvo la que pase por la manipulación de las personas y la demagogia (que no es poca cosa, bien pensado).
 
            Con un ejemplo, para que lo entendamos. Es como si dentro de unos siglos, los que sean, la sociedad hubiera alcanzado una situación tan maravillosa (o no, vaya Vd. a saber), que fuera capaz de organizarse sin trabajar, y los historiadores de entonces y la opinión pública en general, se llevara las manos a la cabeza porque en el s. XX y XXI unos señores crearan una cosa llamada empresas y pagaran a otros, en algunos casos hasta con bastante generosidad, por trabajar para ellos. Colóquenlo Vds. en el actual contexto español, en una sociedad en la que como en la nuestra, con casi cinco millones de parados, aquello por lo que todos suspiramos es porque esos señores, llamados empresarios, vuelvan a crear empresas y vuelvan a darnos trabajo, y dén Vds. mismos la respuesta a los historiadores del futuro de los que les hablo.
 
            El caso es que voy a dedicar los próximos días a analizar el tratamiento que la esclavitud recibe en cada uno de los tres textos sagrados que he mencionado arriba. Espero que la nueva serie les divierta. Y como tantas veces, si eso es así, por aquí espero verles de nuevo, aunque sea, esta vez, con el temita de marras, que efectivamente se las trae.
 
 
 
 
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