La zafia campaña electoral catalana que casi ha estado más relacionada con las páginas de citas de ciertos periódicos que con lo que debe ser la lucha democrática para obtener la representación popular, ha versado, en buena medida también, sobre un hipotético referéndum para la independencia de Cataluña respecto de España. Eso cuando, como ha ocurrido en algún caso, no se ha apostado directamente por una declaración unilateral de independencia.
 
            Es terrible a lo que se ha llegado en Cataluña, una entrañable región española, que ha producido y sigue produciendo grandes españoles, y plenamente integrada en España desde hace ya más de cinco siglos. Consideren Vds. que de las casi doscientas naciones que en el mundo son, ciento ochenta no tienen dos siglos de existencia y ciento cincuenta ni siquiera uno, y que con la antigüedad de la nación española, mismo tiempo que Cataluña lleva integrada en ella, puede que no haya ni cinco naciones en todo el orbe.
 
            De todas maneras, no es exactamente de esto de lo que quiero hablarles, sino de algo que ocurrió en el debate a seis organizado por TV3 y que me parece, después de todo, la declaración más importante y reveladora que se ha realizado en una campaña que pasará a la historia por cualquier cosa menos por seria.
 
            Aconteció que el representante de ERC en dicho debate espetó al Sr. Mas que si convocaba un referéndum por la independencia, tendría el apoyo de ERC desde el mismo momento de la investidura. A lo que el Sr. Mas respondió sin que nadie en la mesa contradijera sus palabras:
 
            “Convocar un referéndum para qué, ¿para perderlo?”.
 
            Hay mucha información detrás de estas palabras, dichas además por quien fueron dichas, alguien que no es sospechoso, en modo alguno, de no militar en el más rancio e insolidario de los catalanismos.
 
            En primer lugar, una realidad esperanzadora: la constatación fehaciente de que un referéndum por la independencia de Cataluña lo pierden sus convocantes. En Cataluña al menos, como por cierto, se demostró palmariamente el pasado año, con el estruendoso fracaso de los muchos y esperpénticos referenda convocados... Todo sea que, como en su día dijo el peneuvista Guevara sobre el mismo referéndum hipotéticamente celebrado sobre el País Vasco, fueran a salir más votos favorables a la independencia vasca fuera del País Vasco que en las propias Vascongadas.
 
            Pero en segundo lugar, una realidad preocupante, más que preocupante, estremecedora: que ese referéndum se celebrará... cuando lo sea para ganarlo. Lo que quiere decir que el Sr. Mas va a seguir poniendo en práctica toda la batería de políticas totalitarias que el más antipático, insolidario y despótico nacionalismo catalán conoce tan bien: imposiciones, prohibiciones, multas, sanciones... Lo que ellos llaman, en suma, "hacer país" (cuando un país hay que hacerlo es que no existe, ¿no les parece a Vds.?).

            Hasta el día en que un pueblo hastiado, adormecido, abotargado, somatizado, en suma, como lo estaban los habitantes del Mundo feliz de Orwell, acuda finalmente a las urnas, siquiera en los mismos porcentajes que lo viene haciendo hasta la fecha -el actual Estatuto catalán fue votado por el 36% de los catalanes censados-, a votar por la independencia.
 
            Aunque sólo sea para ver si así, por fin, dejan de darles la vara de una vez.
 
 
 
 
 
De un insolente Artur Mas que da lecciones al Papa
Del orgullo de ser español en Cataluña
De los niños catalanes que ya no se sienten españoles
De la razón por la que Messi está en Barcelona sin su familia