Hace unos días, apenas me enteré del atentado contra la catedral católica de Bagdad, escribí un comentario sobre lo sucedido, preguntándome si había que responsabilizar a Al-Quaeda o al Islam. Una de las claves que me llevaban a plantearme ese interrogante era la escasa reacción de condena que el terrible atentado había tenido en el mundo islámico.

Poco después supe que eso no era así y que, en cambio, eran muchas las organizaciones, algunas de ellas consideradas fundamentalistas, las que habían condenado radicalmente lo sucedido. Era un deber de justicia suprimir ese artículo y replantearme lo que en él afirmaba, así como pedir perdón a los que hubiera ofendido. Me alegra muchísimo que el conjunto el Islam considere erróneo el camino de la violencia y sólo deseo que eso se aplique nosólo en determinadas élites dirigentes, sino también entre las bases. Así se evitarán persecuciones como las que sufren los cristianos en Paquistán o las recientes agresiones que han tenido lugar en Malawi. Se evitará también el éxido de cristianos de Oriente Medio, el cual es, según un líder islámico, una desgracia para la zona, incluidos los musulmanes. Recemos por la paz, como han hecho los padres sinodales, y pidamos a los musulmanes reciprocidad y respeto, el mismo que ofrecemos en países de tradición cristiana y que necesitamos ver aplicado en países de tradición islámica.