He seguido con gran interés todo lo relativo al Sínodo de los obispos de Oriente Medio que se ha celebrando en Roma hasta ayer domingo, cosa que he hecho principalmente a través de los interesantes e instructivísimos artículos que escribe mi compañera y vecina en la columna de la derecha, unas veces en el piso de arriba, otras veces en el de abajo, Cristina Ansorena.
 
            Pues bien, en su artículo Introducción al Sínodo de los Obispos de Oriente, publicado en este mismo medio que con tanta hospitalidad nos acoge a los dos, nos enumera las que se han constituido en algunas de las protagonistas fundamentales del Sínodo: las que se conocen como Iglesias orientales católicas sui iuris, -una serie de iglesias en comunión con Roma pero con ciertas “especificidades”-, las cuales son seis: la Iglesia copta, la Iglesia síriaca, la Iglesia greco-melquita, la Iglesia maronita, la Iglesia caldea y la Iglesia armenia. Todas ellas con algo en común: una apasionante historia que las enlaza con las primeras disputas dogmáticas en el cristianismo, con las luchas perso-bizantinas, con la expansión del islam, con las cruzadas...
 
            Así que he tomado la resolución de escribir una pequeña crónica de cada una de estas seis iglesias con tan atormentada y heroica historia, la cual iré transmitiendo a Vds. a lo largo de los próximos días. En los capítulos en cuestión, comprobarán Vds. como entre ellas hay de todo. Desde las que son originariamente monofisitas (siríacos, coptos y armenios), a las que son originariamente diofisitas (caldeos), o las que claman haber participado siempre de la ortodoxia calcedoniana por lo que a la naturaleza de Jesús se refiere (melquitas y maronitas).
 
            Veremos que las hay que reclaman para sí la sucesión de patriarcados históricos: así, los melquitas, los maronitas y los siríacos el de Antioquia, el más solicitado; así, los coptos el de Alejandría. Mientras otras, en cambio, tienen sus propios patriarcados: así, los armenios el de de Cilicia, o los caldeos el de Babilonia.
 
            Veremos que aunque en general los procesos de conciliación con Roma son largos, pesados, y en todo caso parciales, no consiguiéndose en ningún caso la comunión con la totalidad de los fieles, hay procesos que se inician muy tempranamente (el de los armenios en 1195 v.gr.), y otros que se inician muy tardíamente (el de los melquitas en 1724). Por no hablar de otros que ni se saben bien cuando se iniciaron porque ni siquiera está claro que precediera el cisma (los maronitas).
 
            Veremos que muchas de esas iglesias se expresan en arameo, la lengua de Cristo, (los caldeos, sobre todo; parcialmente, siríacos y maronitas), mientras otras se expresan en árabe (melquitas, maronitas, siríacos y coptos), y otros en lenguas propias (coptos y  armenios).
 
            Veremos que existen confesiones con un número escasísimo de fieles (siríacos, apenas unas decenas de miles; coptos, unos 200.000; armenios y caldeos, poco más de 300.000), y otras que registran un mayor eco (melquitas, millón y medio de fieles; maronitas tres millones).
 
            Conoceremos, en fin, un poco de su historia, y qué eso que les ha llevado a ser iglesias tan especiales. Mucho me gustará, desde luego, volver a encontrarles a Vds. por estos lares.
 
 
 

 
 
De las iglesias católicas orientales. Hoy, los maronitas
De las iglesias católicas orientales. Hoy, los coptos
De las iglesias católicas orientales. Hoy los armenios
De la Iglesia siro-católica, víctima ayer de atroz atentado en Bagdad
De las Iglesias católicas orientales. Hoy, caldeos y siro-malabares
De las Iglesias católicas orientales sui iuris. Hoy, los melquitas