“Quien no cree en Dios, cree en cualquier cosa”, que diría Chesterton. Y es verdad, no sé si algún lector habrá coincidido con personas de esas que creen en toda sarta de tonterías, que únicamente pretenden sustituir lo insustituible, DIOS.
 
Y es que, de verdad, ya aguantamos esto en todos y cada uno de los medios de comunicación, como para tener que verlo por cada esquina. Y en el caso que nos ocupa ni me preocupa, la verdad, pero es cierto que si el Instituto de la Felicidad existe, patrocinado por Coca cola, por cierto, es porque hay gente que reclama esta sarta de estupideces. ¡Con lo fácil que es creer en lo único importante que existe!
 
Que conste en acta y bien alto que me gusta la Coca cola, sus anuncios, salvo raras excepciones, también me parecen buenos. Supongo que habrán visto el negocio al tema y por eso lo exprimen. También la televisión está llena de programas basurilla y son los de mayor audiencia, solo después del fútbol, claro.
 
Si a todo esto añadimos que la educación se empeña en aborregarnos más si cabe cada día, dentro de un tiempo seremos borreguillos al servicio de los que fomentan todo esto.
 
¿Y esto es malo? ¿El mundo es oscuro? ¿Qué harán nuestros hijos? Éstas y otras tantas preguntas muchas veces escuchadas son una sencilla queja, pero me niego a que tengan la razón. Un amigo cambia estas preguntas con frecuencia diciendo “¿qué hijos voy a dejar al mundo?” Y quien se haga esta pregunta resulta automáticamente vacunado contra la queja constante, y comienza a construir un mundo nuevo.
 
Os invito a pensar en esto para empezar, bueno, continuar cambiando nuestro mundo. Que conozcamos al que murió y resucitó por nosotros, a Cristo, el Señor.
 
Eduardo Palanca