Hay que ver cómo cambian las cosas. Desde hace muchos años, tenemos por costumbre un grupo de amiguetes de escribir un correo electrónico en cadena cada día, en el que nos contamos las novedades, cómo van las cosas (antes en la facultad, ahora en el trabajo), si tenemos un viaje en mente, algún acontecimiento famliar o si hay algún asunto de relevancia que compartir (oportunidades o desastres laborales, amoríos, defunciones...)

Al principio de lo que convenimos en llamar "El Foro" el esquema semanal era muy parecido. Lunes, martes y miércoles comentábamos lo que había dado de sí el fin de semana. Y daba para mucho. Puedo asegurarlo. Jueves y viernes, fundamentalmente para preparar el fin de semana siguiente.

La mayor parte de esas conversaciones podrían verse ahora, en comparación, muy frívolas. Sin embargo, eran trascendentales, pues a cada edad le corresponden unas ilusiones y unas preocupaciones. Éxitos y fracasos oportunos en cada etapa de la vida.

Hoy, pasados los años, se acabaron las planificaciones de los viajes todos juntos al extranjero y las "moviolas" de los acontecimientos del fin de semana. Hemos pasado una buena racha de bodas (alguna queda todavía) y hemos visto llegar a los primeros hijos, con la alegría mezclada de incertidumbres más antigua de la humanidad. Algunos de estos hijos ya nos sonríen y empiezan a ser "personitas" con los que se nos cae la baba y lo que haga falta. Porque son la ilusión del futuro y la preocupación del presente. Porque llenan de orgullo a sus padres y a quienes les vemos crecer.

Por eso, en vez de hablar de amoríos y exámenes, de líos con los padres y complejos juveniles, hoy nos enviamos fotos de los hijos. Y uno dice: "No es por ser pesado, pero os voy a mandar foto de Fede y Yaguete". A lo que otro responde: "Se les ve muy guapos y sanos". Y uno tercia, con ironía, porque la criatura lo merece: "Qué sano está el mío. Estoy seguro de que si lo empujo por el pasillo hace un transformer y se convierte en un ovillo".

Y la vida sigue ante nuestros ojos, con desvelos y horizontes, con susurros y proclamas. Viviendo el presente. El futuro, en pañales, está en nuestras manos.