Anhelo de infinito y enamorarse

    El deseo de infinito está impreso en el alma humana. Todo lo que persigue el hombre o se termina, o no es como lo imaginaba, lo cual produce cierta  frustración.

    La sensación que más recuerda a ese deseo de infinito quizás sea el enamoramiento. Un estado casi de contemplación, donde el otro gusta tal y como es, y nosotros también gustamos de la misma manera. Se nos deja que seamos nosotros: no se nos pide que cambiemos. Gustamos como somos. Es un estado deseado y añorado.


    Por eso, uno no termina de creer que en el amor haya que sufrir.

    Amar y enamorarse son dos cosas distintas. Resulta muy difícil creer que el enamoramiento no sea amar; que sea solo un buen estado para empezar a encariñarse con el otro, para que al principio, se empiece a querer de una manera fácil, sin sufrimiento.

    Ese deseo, que uno no había conocido antes de enamorarse por primera vez y que nos saca de nosotros mismos, tiene características de infinitud.

    Por eso, cuando una pareja se rompe produce tanta sorpresa entre sus conocidos, aunque sea un hecho muy frecuente. Parece mentira que dos personas que han estado en esa situación de casi intemporalidad, lleguen a olvidarse, a despreciarse, a ignorarse, cuando casi habían tocado el infinito.

    Para empezar a querer, y para seguir queriendo, hay que descabalgarse de ese estado de enamoramiento, lo cual va a ocurrir aunque no queramos, aunque nos parezca que no va a suceder nunca.

    Antes o después, hay que empezar a hacer cosas por el otro, a pensar en él más que en nosotros. Hay que utilizar la inteligencia y la voluntad; hay que ser libres y eso a veces implica, dejar un poco de lado los sentimientos.

    Las personas que piensan que estar enamorados de una persona  ya es quererla, cuando aparece esa situación de más lucha por querer, cuando se baja a la finitud del ser humano, empiezan a ser conscientes de que hay momentos en que querer cuesta, y los sentimientos no responden.

    Los medios de masas, cine, tv, revistas, y demás, afirman de forma habitual, lo contrario. Que para querer ahí que sentir esas mariposas. Se equivocan. El ser humano no es dueño de sus sentimientos pero sí de sus amores.

    Por tanto, cuando el sentimiento no va a favor del amor, habrá que recurrir a la inteligencia y la voluntad para seguir queriendo.

   Los sentimientos volverán,  cuanto menos nos preocupemos de ellos… quizás lo hagan antes.

 Pero amar siempre depende de mí y no de algo que yo no controlo.

 Ese es el cariño maduro. El de verdad.

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