Se reclama, -y también desde estas líneas-, al principal partido de la oposición, que emita mensajes claros relativos a las muchas cosas que están ocurriendo en España, donde junto a una crisis económica ciertamente importante, se despliega una segunda crisis no menos importante que tiene que ver con los valores, y con la conspiración en la que han confluido tantas fuerzas diferentes para derribar el pilar de los valores clásico-cristianos que sustentan el gran edificio de la civilización occidental, con logros tan significativos como, por ejemplo, el respeto a los derechos humanos y la democracia.
 
            A menudo se ha criticado, y lamentablemente con razón, la ausencia de gestos en un partido que se viene caracterizando por la falta de mensaje y de resolución. Algunos lo atribuyen a pereza. Probablemente tenga más que ver con una cuestión estratégica –errónea, por cierto- dirigida a no provocar en otros partidos del arco parlamentario muy dados a rasgarse las vestiduras, una respuesta altisonante, y a relajar el ambiente político general, propiciando un escenario en el que, según los que tal posición propugnan, es más fácil su victoria electoral.
 
            Ni que decir tiene que, suponiendo que ésta sea la verdadera razón por la que el Partido Popular se niega a entrar en la contienda política con la rotundidad que la gravedad de la ocasión exige, soy de los que cree que en España, como en todo el mundo, la derecha tiene el mismo derecho que la izquierda a expresarse y a explicar su mensaje, un derecho que, por cierto, se corresponde con el de sus electores a conocerlo. Como soy también de los que cree, que en ningún lugar del mundo, y en España tampoco, todo lo que sea la expresión correcta de un mensaje político coherente y democrático, tiene por qué costar votos a quien lo practica. Por lo que, en suma, soy de los que cree que se equivoca el PP cuando renuncia a explicar su cosmovisión de las cosas, y a contar con claridad a los españoles la clase de sociedad en la que cree y que desea para España, algo que, bien hecho, sólo debería reportarle votos y lealtades.
 
            Todo esto dicho, ha emitido ayer el principal partido de la oposición un mensaje que, en esta ocasión, sí ha sido nítido. Y creo que cuantos estamos ojo avizor a las ocasiones en las que el Partido Popular se pronuncia con vaguedad, deberíamos también estarlo para alabarle en cuantas ocasiones emite, por fin, mensajes claros. Porque tal fue, en mi opinión, la de ayer, cuando decidió abrir el curso político con un comité ejecutivo iniciado en la bellísima catedral de Santiago de Compostela con un discurso ante el patrón de España. Que al día de hoy, iniciar un comité ejecutivo con un discurso al apóstol que es patrón de España no puede ofender a nadie en un país en el que la inmensa mayoría es, y sigue considerándose, católica. Y ello no significa ni que se vaya a realizar una política confesional, ni que se vaya a trabajar contra la separación Iglesia-Estado, algo que, ni que decir tiene, no deseamos la mayoría de cuantos, sin embargo, sí vemos con regocijo que un partido político se encomiende al patrón de España para iniciar el curso político, y realice así, semejante reconocimiento a lo que es la realidad histórica y sociológica de España.
 
            ¿Se imagina alguien un acto parecido organizado y realizado por el pesoísmo? ¿Se imagina alguien a ZP iniciando el curso político con una ofrenda al apóstol Santiago?
 
            Al césar, pues, lo que es del césar. Y cuando el PP acierta, reconozcámoslo también. Porque ayer, a mi entender, lo hizo.





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