Comenzamos en un artículo hace meses a tratar un tema que, debido a su importancia, dijimos que nos llevaría varios capítulos. Lo que se ha venido en llamar "Nueva Era", que es toda una corriente ideológica muy difusa, pero incidiendo en puntos neurálgicos de la vida del hombre de hoy, hasta el punto de provocar un cambio profundo de mentalidad en todos los órdenes de la vida, incluido -por supuesto- el religioso.
Decíamos en el artículo primero que proliferan los libros, las revistas, las composiciones musicales, los regímenes alimenticios, el interés por la naturaleza, etc. Cosas, naturalmente, todas buenas, pero que están tratando de moldear una nueva imagen del hombre desconectada de un compromiso religioso serio, ya que ve a Dios como un Ser muy difuminado, muy diluido en la creación, poco exigente con el hombre, y casi de plastilina para que podamos moldearlo a nuestro gusto. Es un Dios domesticado el que nos ofrece esta corriente que está brotando de lo que también se llama POSTMODERNIDAD.
A lo mejor exageramos. Alguno pensará que tenemos una visión pesimista de nuestra realidad, para llevar el agua a nuestros molinos de creyentes. Si vemos hoy al hombre, a nuestro hombre postmoderno, nadie diría que es un indigente espiritual. Y parece que no necesita a Dios para nada, y se ha acostumbrado a vivir en su finitud. No tiene aspiraciones de trascendencia ni esperanza de perfección o plenitud. Pero se le ve feliz, aceptablemente feliz, se le ve culto y divertido. Nada de hambres o cegueras espirituales. Se sacia con las pequeñas gratificaciones de cada día, el placer de cada día, le belleza de cada día, la diversión de cada día, la relación de cada día.
Este hombre resulta realmente difícil de evangelizar. El que se siente seguro y se siente bien no necesita otro mensaje. Pero el que se siente pobre y pequeño está más abierto a Dios. Siempre ha sido así. Dios escoge a los humildes y a los insatisfechos.
En cuanto al hombre de nuestro tiempo habría que hacerle ver un sinfín de contradicciones. Es muy lúcido, pero está ciego. No sabe dar respuesta a los interrogantes más profundos de la existencia. Es muy culto, pero no es capaz de construir un mundo habitable para todos, ni siquiera para la mayoría. Cuenta con medios poderosísimos, pero los utiliza desastrosamente, poniendo en peligro la propia subsistencia. Es humanista, pero es inhumano e inmisericorde, y resulta cruel, al excluir de su paraíso a dos tercios de la humanidad. Es divertido pero superficial. Tiene muchas ocupaciones, pero está estresado. Tiene de todo, pero está vacío, eterno Epulón y consumista. Se llena de cosas, y se hace esclavo de ellas; se relaciona con sus cosas y excluye a las personas. Tiene su mente muy desarrollada, pero su corazón raquítico. Se manifiesta progresista y sigue defendiendo el aborto o la eutanasia. No cree en utopías y se llena de mitos, sean nacionalistas, sean deportivos, sean del espectáculo. Defiende la libertad y los derechos humanos, pero oprime y esclaviza.
Nuestro mundo, este mundo que tenemos en nuestras manos, necesita una sobredosis de luz y una sobre energía de amor. La oferta divina sigue en pie. Dios está ahí, entre la sociedad postmoderna, en la "Nueva Era", en la indiferencia humana, en la oscuridad, en el frío espiritual, y trata de animar, encender luces, darnos un poco de calor. No quisiera que esto se quedara en palabras bonitas que satisfacen nuestra hambre de emociones. Estaríamos cayendo en el error que criticamos. Trato de afirmar que Dios nunca es aburrido, nunca es aguafiestas, nunca es intolerante. Dios es el Padre que nos tiende la mano para que nos agarremos fuerte a El y caminemos juntos. Pero eso sólo lo hacen los niños.
"Si no os hacéis como niños..." dice Jesús, no entenderemos el Reino de Dios.
La "Nueva Era" no se plantea la Religión como RELACIÓN Y COMPROMISO, sino como alimento de ese yo interior que tiene hambre de belleza, de bondad, de relax espiritual en una vida tan acelerada. ¿Es eso malo? De ninguna manera. Pero el CRISTIANISMO ES MÁS QUE TODO ESO. Pero ya seguiremos hablando del tema, que como se puede ver da para mucho. Y si alguno no está de acuerdo, no pasa nada, seguimos tan amigos caminando por el mundo mirando de hito en hito al azul de cielo, que mucho nos dice a todos de la mano de ese Artista que lo "pintó" tan bello. Y puede que recemos juntos una oración como la de los indios Sioux:
Gran Espíritu,
cuya voz barrunto en los vientos,
cuyo aliento da vida al mundo entero,
¡escúchame!

Me presento ante tu rostro 
como uno de tus muchos hijos;
mira, soy pequeño y débil;
necesito tu fuerza y tu sabiduría...

Hazme sabio para poder reconocer las cosas
que tú has enseñado a mi pueblo,
las enseñanzas que tú en cada hoja 
y en cada roca has escondido.

Deseo tu fuerza, 
no para elevarme sobre mis hermanos,
sino para poder luchar contra mi mayor enemigo: 
yo mismo.
 
Que así sea.
                                     Juan García Inza