Muchas son las veces que me he preguntado, y estas fechas veraniegas son propicias a ello, en qué consiste un amigo, y muchas son también las respuestas que me he dado. Al día de hoy, creo que un amigo es simple y llanamente “una persona que se cruza en tu camino”, ni más ni menos. Como mucho añadiría una cosa, sólo una: “y al que uno decide convertir en su amigo”. De nada sirve buscar en el amigo la perfección, porque si eso hubiéramos de buscar en ellos ¿acaso no tendrían ellos tanto derecho en buscarlo en nosotros?
 
            De nada sirve esperarlo todo de él, porque al fin y al cabo uno mismo ¡cuantas veces no ha fallado a sus amigos! A veces lo hace hasta conscientemente y ni siquiera puede negarle a su conciencia que lo hizo. Ahora bien, ¿acaso no son más aquéllas en las que ni siquiera llegamos a enteramos nunca de que le hemos fallado a un amigo?
 
            No se espere todo de un amigo para luego criticarle cuando no nos dé algo. Mas bien espérese nada de él, y celebremos como si nunca nos hubiera negado nada cuando nos dé simplemente algo.
 
            Todo esto dicho, sin embargo, sí tengo algunas cosas claras en lo que respecta a la amistad. La primera es que los amigos no se tienen por merecerlos, sino por desearlos. Si tuviéramos tantos amigos como merecemos, los más buenos tendrían más amigos y los más malos menos. Lamentablemente no es así. ¡Cuánta gente mala tiene tantos buenos amigos que le quieren y cuánta gente santa muere en la completa soledad! Yo he conocido de ambos. El que desea tener amigos, en cambio, aunque no se los merezca, les consiente más, espera menos de ellos, y en consecuencia, tiene más amigos. Vale decir aunque de otra manera, que la amistad no es algo que se recibe, es algo que se da. No está pues en la capacidad de recibir amistad el número de amigos que se tengan, búsquese la respuesta al dilema más bien en la capacidad de ofrecerla que uno tanga.
 
            También tengo claro que cada amigo brinda a uno la solución para alguna de sus necesidades. Algunos amigos aun mejores, son capaces de satisfacer más de una de las necesidades de uno. Hay amigos que divierten, hay amigos que acompañan, hay amigos que ayudan, hay amigos que dan, hay amigos que consuelan, hay amigos que animan, hay amigos que aconsejan, hay amigos que amonestan, hay amigos que dicen la verdad... por haber, hasta amigos hay para decir la mentira que uno necesita oír. Y por el contrario ¡cuánta hipocresía tantas veces en aquéllos que “nos dicen la verdad”!
 
Pero nadie espere que un amigo le sirva para todo. Nadie espere que el amigo que hace reir, esté ahí para llorar, y si lo está ¡qué gran amigo entonces! Ahora bien, ¿acaso lo va a dejar de considerar uno entre los amigos porque no supo llorar cuando lo único que sabía hacer, el pobre, es reir? ¿Por qué exigirle al que te da que te aconseje y al que aconseja que te dé!
 
            Con todos sus defectos, con todos sus problemas, con todas sus limitaciones, ¡qué bella es la amistad! Que Dios le premie a uno con amigos me parece la más bella de las bendiciones. Y sin embargo... ¡qué pocas veces la escuchamos!