El ministro de Fomento, que por cierto, no es el peor de un gabinete donde la calidad, no digamos la excelencia, brilla por su ausencia de una manera que es alarmante, ha realizado unas estridentes declaraciones sobre la visita que el ex-presidente D. José María Aznar giró ayer a Melilla ante las adversas circunstancias por las que pasa la ciudad. En ellas se despacha a gusto diciendo, por ejemplo, que no conoce “a ningún Presidente [sic, el pesoísmo digiere mal que Aznar ha dejado de ser Presidente hace nada menos que seis años] que sin conocimiento del Gobierno de su país tenga este comportamiento”, para finalmente acusar al Sr. Aznar “de deslealtad a España”.
 
            Pues bien, Sr. Blanco, de deslealtad, y no de cualquier tipo de deslealtad, sino de "deslealtad a España", le voy a hablar a Vd. yo ahora.
 
            Sitúese Vd. en el día 18 de diciembre del año 2001. Gobierna el Sr. Aznar. Es secretario general del pesoísmo y líder de la oposición el Sr. Zapatero. Las relaciones con Marruecos están cortadas, el reino alauíta no tiene embajador en Madrid desde el 27 de octubre. Lo ha retirado en disconformidad con la posición del Gobierno español sobre el Sahara, por cierto, Sr. Blanco, y hablando una vez más de lealtad, una posición que, o mucho me equivoco, o es la misma a la que su partido se comprometiera un día con el pueblo saharahuí. La situación es de una tensión tal que sólo ocho meses después tropas marroquíes, sin declaración previa de guerra y en una acción que, por lo tanto, ha de ser considerada como de traición, ocupan suelo español en el islote del Perejil.
 
            Pues bien, de manera inopinada, inavisada, sorpresiva y, se lo voy a decir, Sr. Blanco, no desleal sino traicionera –en otra época habría sido juzgado como de lesa patria- se presenta no en Melilla, no, en la mismísima Rabat, en cordial visita oficial... ¿sabe Vd. quién, Sr. Blanco?, ¿no se acuerda ya?, ¿es posible que lo haya olvidado tan pronto? Pues bien, Sr. Blanco, como no lo recuerda Vd. se lo voy a decir yo: ni más ni menos, ni menos ni más que... ¡bingo! ¡sí señor! ¡ahora se ha acordado Vd.! ¡El Sr. Zapatero! ¡Sí, Sr. Blanco! ¡El Sr. Zapatero, el mismo de cuyo Gobierno es Vd. hoy flamante ministro de Fomento!
 
            ¿Le parece que sigamos hablando de lealtad, Sr. Blanco?