La bella ciudad del meridión francés llamada Albi ha sido declarada por la UNESCO patrimonio de la Humanidad. Si por lago pasa a la historia Albi es por el importante desarrollo que en ella alcanzó una de las herejías más exóticas en la vida del cristianismo, y tan importante, por otro lado, que es la que, de hecho, determinó a la Iglesia a crear una institución como la Inquisición. Me refiero al el catarismo(*).
 
            Aunque los primeros grupos cátaros aparecen en Renania a finales del s. XI, pronto se les encuentra en el mediodía francés, donde consta su presencia hacia el año 1140, y concretamente en Albi, ciudad de la que los cátaros reciben el nombre alternativo de albigenses. A pesar del interés que despiertan, no es en realidad mucho lo que se sabe de ellos, pues sus escritos fueron aniquilados en la tenaz persecución que de ellos hizo la Inquisición, aunque de las actas de esos juicios sí se pueden extraer conclusiones suficientes.
 
            Posiblemente enlazados con los bogomilos, de algunos de cuyos pensamientos participan, hablar de los cátaros, que reciben su nombre del griego khataros (=puro), es hablar necesariamente del “perfecto”, status supremo reservado a unos pocos y alcanzado mediante la ceremonia del “consolamentum”. La teoría subyacente al mismo es que en el origen de los tiempos, Satán seduce a una serie de ángeles que, aunque dejan su espíritu en el cielo, se entregan en alma al demonio. Arrepentidas, esas almas buscan el perdón de Dios, pero Satán para borrarles la memoria del pasado, las encierra en cuerpos humanos. Pues bien, la ceremonia del consolamentum supone la unión del alma angelical encerrada en un cuerpo humano, con el espíritu abandonado en el cielo.
 
            Para recibir el consolamentum, los candidatos, que deben ser presentados por otro perfecto, han de superar un año de privaciones que incluye ayunos, períodos penitenciales a pan y agua, abstinencia de comer productos procedentes de coito con la sola excepción del pescado, y abstinencia sexual. La prohibición cátara de comer carne se justifica pues para los cátaros, los animales son fetos de mujeres embarazadas caídos a tierra durante los combates celestiales entre las huestes divinas y las satánicas. Tan severa existencia tiene, sin embargo, su atractivo: amén de constituir el único camino para escapar de las garras de Satán, la palidez de un perfecto constituye motivo de admiración de los que no lo son, que le deben el melioramentum, saludo ritual con triple genuflexión. El perfecto es asimismo el que oficia la ceremonia de la fracción del pan mientras reza, único que puede hacerlo, el Padrenuestro.
 
            Los elementos más destacados del catarismo son el dualismo entre las fuerzas del bien y del mal; la creación del mundo por el diablo, identificado con el Jehová veterotestamentario; la negación del purgatorio; la condena de la guerra (si bien cuando tuvieron que hacerla se mostraron heróicos guerreros); la negación de la redención al no admitir la encarnación ni el valor inmolatorio de la crucifixión; el rechazo a la trinidad al subordinar al Padre las otras dos personas, etc.
 
            La lucha contra el catarismo francés se llevará a efecto desde dos instancias igualmente interesadas en ella: la corona francesa (Luis VIII, Felipe Augusto), preocupada por el carácter nacionalista que adoptaba la herejía; y la Iglesia, preocupada por el carácter herético que adoptaba el nacionalismo languedociano. Para combatir la herejía albigense, la Iglesia se valdrá de tres instrumentos: primero, la cruzada del Papa Inocencio III (11981216); segundo, la labor pastoral de la orden creada al efecto por el monje español Santo Domingo de Guzmán (n.1175-m.1221), los dominicos; y tercero, el Tribunal del Santo oficio de la Inquisición, especialmente creado para ello por el Papa Gregorio IX (12271241).
 
            Sólo para 1250 puede decirse que la herejía ha dejado de representar un peligro, pero en Narbona, Pamiers y Carcasona, se quemarán cátaros hasta el año 1383, unos dos siglos después de su aparición en Francia.
  
 
                (*) Extraído y adaptado del libro: “El cristianismo desvelado. Respuestas a las 103 preguntas más frecuentes sobre el cristianismo” Luis Antequera. Editorial EDAF, 2007.