Estos días veraniegos en Santo Domingo, alejado de España y sus vicisitudes, me evocan poderosamente momentos del pasado en los que he tenido la bendición de poder hacer el Camino de Santiago.

A Compostela he peregrinado muchas veces y de muchas maneras, a veces en grupo, a veces solo, aunque siempre acompañado por los peregrinos que uno se encuentra a lo largo del camino. En un par de ocasiones lo recorrí entero, y en algunas más he hecho tramos de cinco días, una semana o incluso diez días.

En todas las ocasiones llegué a la meta, y de ellas atesoro muchos recuerdos y mantengo amistades valiosas, pues Dios siempre se derrama de una manera muy especial en el Camino, y puedo decir que ser peregrino me ha cambiado la vida.

Al camino fui por primera vez en 1993, cuando aún resonaba el eco de la visita de Juan Pablo II a Santiago, y los caminos y sus gentes aún no estaban saturados por el paso masivo de peregrinos que se da en la actualidad (125.000 en el 2008).

La última vez que lo hice fue en el 2007, y no veo la hora de poder volver a hacerlo, aunque en un año jubilar como el presente, me lo pensaría dos veces  antes de ir en los meses de mayor afluencia, por lo saturado que llega a ponerse de peregrinos.

En un cierto sentido el Camino no es lo que era, se ha hecho famoso y comercializado, y hasta ha llegado al cine, pero me pregunto si es todo lo que pudiera llegar a ser.

 A lo largo de los años conocí pocos sitios donde se diera una atención pastoral, por mínima que fuera, a los peregrinos.

En Roncesvalles, al comenzar, se hace una oración para los peregrinos. En sitios como Itero del Castillo, se encuentra San Giacomo del Compostela, una cofradía italiana, que acoge a los peregrinos, los da de cenar, lava sus pies y ora con ellos.

 También algunos párrocos y monjes de sitios tan dispares como, Nájera, San Juan de Ortega, Ponferrada o mis amigos del Monasterio de Oseira que necesitan un dinero que no tienen para reformar el parco albergue que ofrecen en el Camino Sanabrés, intentan hacer algo más que simplemente dar un techo a los peregrinos.

Existen monjes como los de Rabanal del Camino, que también quieren compartir con los peregrinos, y  monjas que ponen a disposición sus conventos, como las de la  Abadía Cisterciense Nuestra Sra. de la Anunciación de Santo Domingo de la Calzada, e incluso particulares como una chica vendió todo para abrir un albergue cerca de Burgos con su propio dinero, y cuyo nombre no  recuerdo, por si alguien la conoce.

A lo largo de los años he oídos de grupos como Schöenstatt que han querido evangelizar el Camino encargándose de una casa, e incluso existen un par de albergues dirigidos por evangélicos en los que se quiere dar una acogida cristiana.

En los últimos tres años, las hermanas agustinas del Monasterio de la Conversión, regentan un albergue en la palentina Carrión de los Condes, lleno de frescura y bendición para los peregrinos.

Haciendo recapitulación no parece poco, pero es que a lo largo de los 780 km del Camino Francés, uno tiene la sensación de que la Iglesia, que no es parca en acoger a los peregrinos, carece de un impulso evangelizador adecuado a lo que la gente está viviendo.

No sólo es porque en muchos pueblos y lugares los sacerdotes se hagan cada vez menos presentes, ni porque las iglesias muchas veces estén cerradas, ni porque se echen en falta planes de pastoral para el Camino, es mucho más.

Es que en un lugar por donde pasan miles de peregrinos cada año buscando variedad de cosas, en su mayoría tan perdidos como el común de los mortales en la vida normal, a veces clama al cielo que no se anime más gente a hacer una pastoral para peregrinos.

En el Camino yo me he encontrado de todo, desde obispos como Monseñor García Gasco, hasta practicantes del esoterismo en ruta a Finisterre, pasando por Pepe “el cura”, personaje famoso de la asociación del camino de Santiago de Madrid, ateos, agnósticos, enfriados, rebotados, comunidades religiosas, cristianos de a pie…y extranjeros, muchos extranjeros, de todos los países y últimamente hasta japoneses y chinos.

Y todos estaban unidos por el hecho extraordinario de ser peregrinos, y quien más y quien menos, estaba abierto a la búsqueda, y sobre todo al encuentro personal con otros peregrinos, lo que puede llevar al encuentro con realidades más transcendentes.

 Como nos decía el párroco del Albergue de peregrinos San Nicolás de Flüe, creado por una parroquia de Ponferrada, en la única charla que escuché para peregrinos en veintiún días de peregrinar en 2002, el Camino es de todos, como la vida, y aunque nosotros “veamos más allá”, no podemos hacerlo exclusivo de los que son cristianos, por más que nosotros podamos entender la profundidad de las cosas.

 

Pero lo que sí que podríamos hacer es evangelizar un poquito más, y para eso, hace falta algo más que una oración bienintencionada pero abstracta para los peregrinos, como la que se hace en Roncevalles. Hace falta seguimiento, testimonio, dedicación…acompañamiento en definitiva.

¡Qué sueño más hermoso sería montar una célula de evangelización itinerante a lo largo del camino! Me consta que muchos lo hacen ya a nivel particular, y que muchos otros sueñan con albergues donde hablar de Dios a las personas, y lo intentan llevar a la práctica.

Atención pastoral al peregrino en un año jubilar como el que nos  ocupa…

 Cuando uno llega a Santiago existe la Misa de peregrinos sí, pero ¿no debiera existir una visita guiada explicada en clave cristiana a la catedral para los peregrinos?, ¿no sería una maravillosa invitación a la conversión el testimonio de otros peregrinos, la acogida de un sacerdote y las palabras alentadoras de un guía?

Pero el  problema es que por  muchos confesionarios multilingües que haya en la Catedral, los peregrinos ateos no se van a acercar fácilmente a ellos, hace falta algo más, hace falta acogida.

En una ocasión, una maravillosa chica quien desconcertantemente ya partió con el  Padre, Raquel Pita, se me acercó en una iglesia en la que asistía a Misa tras mi peregrinación.

Me preguntó “¿eres peregrino?”, la respondí que sí. Comenzamos a hablar, y me ofreció su cena, un bocadillo,  para que pudiera asistir a la adoración que hacía su grupo de jóvenes, en un lugar cercano a la estación de trenes de donde partía esa misma noche.

Fue una tarde increíble, en la que se forjó una amistad con una persona excepcional y pude compartir con otros cristianos la cena, la oración y la hermandad de ser todos peregrinos de la vida…y estoy seguro de que Jesucristo le diría a Raquel aquello de “porque fui forastero y me hospedaste”, porque no fui el único a quien dispensó tan cálida acogida en muchas ocasiones en su vida.

Me imagino el impacto en cada peregrino si hubiera cristianos dispuestos a acoger así…

La Iglesia acoge en el Seminario, reparte el certificado de peregrinación (llamado Compostela, ahora en dos versiones, la laica y la religiosa), confiesa en la Catedral y además oficia Misa de peregrino todas las mañanas, pero el trato personal escasea.

 El Parador Hostal de los Reyes Católicos regala la comida y la estancia a los dos primeros peregrinos en llegar. ¿Se imaginan si hiciera lo mismo el obispo, o el vicario, o el párroco o las religiosas de turno, y así, mojándose y teniendo un encuentro persona a persona, aprovecharan para testimoniar a la gente?

Y no sólo en Santiago, se podría hacer a lo largo de 780 km de la geografía española, todos los veranos y en parte del resto del año…

 


COMO COLOFON UNA REFLEXION BASADA EN EL MAGISTERIO

La Iglesia nos ha dado unas orientaciones para este Año Santo por medio de Monseñor Julián Barrio, en su profunda y prolija carta pastoral para este jubileo  Peregrinos De La Fe Y Testigos De Cristo Resucitado, que merece la pena leer si se quiere entender la espiritualidad de la peregrinación a Santiago.

 

Precisamente Mons. Barrio habla de la credibilidad que como cristianos tendremos si sabemos acoger a la gente:

Nuestra forma de estar y compartir con los hermanos es un testimonio del encuentro con Dios para los hombres y mujeres de hoy. Consecuentemente hemos de vivir todas las actividades humanas como acción de gracias a Dios, como “eucaristía” y “dejarnos inspirar y motivar por el gesto de Jesús al partir el pan. Debemos aprender de nuevo a compartir, a dar, a regalar. Necesitamos una nueva cultura del cariño, la solidaridad, el compartir y la compasión. Para nuestra sociedad es una cuestión de supervivencia de los valores humanos; igualmente, se trata en gran medida de nuestra credibilidad en cuanto cristianos”.

 

Pero queda claro en la carta pastoral, que no se trata simplemente de acogida:

 necesitamos no sólo maestros sino sobre todo testigos de la fe. No basta con creer en la divinidad de Cristo, hay que testimoniarla. […] el testimonio o confesión forma parte esencial de la fe, pues “en la medida en que doy testimonio, participo yo también del evangelio; en la medida en que conduzco a otros a Dios, me conduzco a mí también. Sólo se conoce a Dios en la medida en que se le da a conocer. Confesarla es el mejor modo de aumentar la propia fe […] Creer es confesar la fe”

Son bellas palabras a las que añade:

“En este horizonte, el peregrino jacobeo debe dar testimonio de la experiencia vivida humana y espiritualmente en la peregrinación a la tumba del Apóstol Santiago, “zarza ardiendo”, ante la que ha descalzado su alma para acoger el perdón y la gracia del encuentro con Dios. En el camino y en su meta ha podido percibir también el testimonio de los peregrinos de ayer. Por todo ello, el testimonio del peregrino de hoy no parte de cero, sino que presupone un don que nos ha sido trasmitido, para hacerlo propio; tampoco significa repetir simplemente lo pasado, sino traer el pasado al aquí y al hoy.”

Mi reflexión es que como siempre, la Iglesia tiene clarísima la teoría, y el Arzobispo se da cuenta de que su función de maestro, ha de ser apoyada por multitud de testigos, que a lo largo y ancho del Camino, den testimonio de fe.

Qué simples y qué grandes palabras: “traer el pasado al aquí y al hoy”; para mí es el perfecto resumen de la actualización permanente en la que debe vivirse la evangelización.

El problema es que estas bonitas palabras pocas veces llegan a concretarse, porque en cuestiones prácticas de evangelización creo que estamos muy atrasados a nivel de iglesia.

Hay brillantes excepciones y lugares que son un faro de luz, a lo largo de todo el Camino de Santiago, seguro que muchas más de las que he nombrado y de las que he podido conocer.

 También hay gente que queriendo evangelizar, no sabe cómo…

 Reflexionemos pues sobre la manera práctica de evangelizar en el Camino, que maneras, como dicen los gallegos,  haberlas haylas.