Me lo acabo de pasar en grande con dos post escritos por nuestros amigos de Infocatólica: Test de ortodoxia catolica de Luis Fernando Bustamante y Prueba de conocimientos básicos sobre la doctrina católica de Daniel Iglesias, en los que mediante un autotest con preguntas y respuestas, dan un repaso por algunas de las grandes cuestiones del cristianismo.

Confieso que me gusta responder exámenes, trivias y cuestionarios de todo tipo, por lo que encontrar un test de un cierto nivel de religión y en particular de catolicismo, es muy estimulante para mí.

Aún así, me resulta muy curioso que la cuestión de la “ortodoxia” católica y los “conocimientos básicos” sobre doctrina católica, requieran del lector un vasto conocimiento que abarca desde  concilios como los de Calcedonia, Éfeso o Constantinopla, pasando por cuestiones como la del purgatorio, el filioque, el tratado de la gracia de la Summa de Santo Tomás, y mil más cosas más, a cual más interesante intelectualmente.

Son temas que me encantan y fundamentales, pero me pregunto sin son temas que valdrán para algo más que para arrearnos unos a otros a base de tesis colgadas en la puerta de una iglesia (versión de tiempos de la imprenta) o colgadas de un blog (versión de tiempos de internet).

El peligro es pasarnos el día entero discutiendo de teología, combatiendo el error, rasgándonos las vestiduras por lo que dice tal o cual cristiano, y aún así no habernos enterado ni del nodo, como les pasaba a los fariseos.

Leyendo nuestros portales católicos no puedo  evitar pensar que sobran los intelectuales y escasean los testigos, lamentándome por la cantidad de energía que se pierde en discutir cosas que siendo verdaderas, no cambian per se la vida de nadie.

Además de eso en España tenemos una especie de doble inquisición: la de quienes escriben en medios carcas, y la de quienes lo hacen en medios progres, cada cual con sus santones de turno que son azote, en vez de bálsamo, de equivocados, desviados y herejes de los de dentro y fuera de la Iglesia.

Y es que a veces no puedo evitar abstraerme un  poco y mirar lo que estamos haciendo en estos portales, y pensar en lo paradójico que resulta encontrar tantísima gente dispuesta a dedicar sus horas a leer, escribir y discutir de religión, sin que luego esto se traduzca en un renovación del perenne anunció de la Iglesia- que Jesús está  vivo y salva- y por ende del mundo en el que vivimos.

En general es mucho más fácil hablar que arrimar el hombro, y a mí no me cuadra un cristianismo que se pasa el día discutiendo, pero no predica con poder haciéndose medio para que Dios cambie vidas: “les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 10,1).

Me fastidia la velada arrogancia y la flagrante miopía que nos hace no ver más allá de nuestras propias narices y pensar que todo el mundo va a la universidad y tiene el lujo de leer teología y estar formado concienzudamente en la fe.

Tenemos una visión muy deformada de la Iglesia Católica si vemos todo desde el punto de vista de Europa y en especial desde nuestra atalaya informativa e intelectual, que nos hace olvidar que los 1.166 millones de católicos existentes, pobres e incultos en gran parte, son tan católicos como nosotros, sin tener ni idea de quien fue Nestorio, Benito de Nursia o Pio V.

El caso es que puestos a hacer un test de ortodoxia católica, a mi me gustaría que fuera un test que pudiera pasar con igual de buena nota el Papa, que la viejecita que reza el rosario incansablemente desde hace décadas en un pueblo donde nunca aprendió a leer ni escribir.

Para mí ese test tendría que ver mucho más con averiguar si una persona vive la filiación divina, sabiéndose hija de Dios, y si la vive en la Iglesia, como esposa de Jesucristo y madre de todos los hombres.

Vamos, que con saber si alguien está bautizado y vive como tal, tendríamos mucho avanzado. Hasta lo que yo sé, el bautismo nos hace a todos iguales ante Dios, por más tonterías que luego de mayores hagamos y digamos.

Pero si se trata de un test que sirva igual para la viejecita devota que para el Papa, como preguntas adicionales sería interesante indagar si cada quien vive el Padrenuestro, si confiesa, comulga y si recita el Credo en la Misa, aunque no se entere bien de todas las connotaciones de lo que dice.

Y si se tiene todo eso, junto con el amor y obediencia a la Iglesia, una sana devoción mariana cristocéntrica y sobre todo  una conciencia clara de ser hijo de Dios, y salvado por Jesucristo…pues ya está, qué más queremos.

No creo que San Pedro se plante a las puertas del  cielo a poner pegas catecismo mano, preguntando a la gente si  pasó el test de ortodoxia católica.

Al final nos llevaremos muchas sorpresas y va a resultar que aquellos que eran los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos,  cumpliéndose al pie de la letra la palabra del Señor, para desconcierto nuestro.

San Pablo lo recordaba así, pero no nos lo creemos, porque nos consideramos buenos y aptos:

“¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza.  Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.” (1 cor 1,26-27). 

 Resumiendo con el tema de los test de catolicismo, no puedo evitar pensar que el catolicismo no es ninguna bandera, ni una competición de a ver quién es el mejor hijo, el más empollón, ni el que más cumple lo que dice la Iglesia. 

Todo lo que huele a militancia me produce cierta alergia, y mucho de lo que leo a veces por ahí me suena a eso, aunque no digo que sea necesariamente el caso de los dos artículos que cito. 

Así que formación y sana doctrina, sí, toda la que haga falta, pero sin olvidar que lo que al final nos da el aprobado es mucho más que tener las ideas claras y saberse el catecismo al derecho y al revés, haciendo el pino, en chino o en latín. 

Y es que en esto de ser cristiano, católico, romano y lo que se tercie, al final, quien da el aprobado es Jesucristo, y no ninguna vara de medir de las que humanamente tanto nos gusta inventarnos.

 

"Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños." (Mt 11, 25)