Viernes, 19 de abril de 2024

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Videla y Pinochet casi llevan a Argentina y Chile a la guerra: sólo San Juan Pablo II logró pararla

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Pinochet y Videla en su reunión de 1976... dos años después casi arrastran a sus países a una guerra entre pueblos vecinos y hermanos
Pinochet y Videla en su reunión de 1976... dos años después casi arrastran a sus países a una guerra entre pueblos vecinos y hermanos

Corría el 22 de diciembre de 1978, cuando el papa Juan Pablo II realizó un dramático llamado a la paz ante el Sacro Colegio Cardenalicio de Roma, en presencia de los embajadores de Chile y Argentina.

El conflicto armado entre ambos países por la posesión de las islas ubicadas al sur del Canal de Beagle era inminente. Solo era una cuestión de horas para que las fuerzas de ambos países vecinos entraran en guerra.

Cuando el panorama era sombrío, desde el Vaticano llegó la primera luz de esperanza para una solución pacífica.

“El 21 a la noche, el Papa se fue a dormir resignado porque creía que no iba a poder hacer nada. Había escrito un documento muy desesperanzado. Por la madrugada, le llegan las noticias de una disponibilidad de Videla y Pinochet. Le dicen: ‘Tenemos acá el télex de Videla, y también está de acuerdo Pinochet. Dicen que si usted hace una intervención fuerte se podría parar la guerra’.

Entonces se escribe la segunda parte de ese documento, donde le anuncia al mundo que había detenido la guerra y que mandaría a su representante personal, el cardenal Antonio Samoré”, relata el periodista Bruno Passarelli, en una entrevista para el diario argentino Página 12, autor del libro “El delirio armado”, que cuenta los entretelones del conflicto entre argentinos y chilenos.

El Sumo Pontífice llevaba tres meses en su cargo, tras haber asumido el 16 de octubre de 1978, y ya mostraba la misma determinación que finalmente lo caracterizaría por los siguientes 27 años de su Pontificado. Finalmente ofreció su mediación.

Cinco días después de su pedido de paz, el 27 de diciembre llegó a Buenos Aires el enviado del Vaticano, el cardenal Antonio Samoré, quien tuvo un papel fundamental para la solución del conflicto.

Desde ese 22 de diciembre, en el que el Papa realizó ese desesperado llamado a la paz, transcurrieron 15 días de puro hermetismo.

Hasta que el 8 de enero de 1979, los cancilleres de Argentina y Chile, reunidos en el Palacio Taranco, en la capital uruguaya, firmaron lo que se conoció como el Acta de Montevideo, por medio de la cual ambos países pedían formalmente al Vaticano su intervención para encontrar una solución pacífica. Finalmente, en 1984, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad”.

El 11 de junio de 1984, el cardenal Agostino Casaroli presentó la última propuesta papal. Previo a su presentación, el emisario del Vaticano aclaró que un rechazo de la misma significaría para el Sumo Pontífice el fin de la mediación. Finalmente, ambas partes terminaron aceptando lo propuesto por Juan Pablo II.

El 29 de noviembre de 1984, Argentina y Chile firmaron el Tratado de Paz y Amistad, que otorgaba las islas al país trasandino.

“Se va a la mediación, se discute y se discute, y sí, las islas eran chilenas. Ellos las habían habitado, tenían desde el siglo pasado colonos instalados. El laudo de la Corona fue exagerado, es cierto, pero ésa es otra cuestión”.

Eran tiempos en los que el mundo se encontraba convulsionado. La década del 80 marcó el inicio del fin de la Guerra Fría y en Sudamérica Argentina mantuvo una guerra con Gran Bretaña. Como se pudo evitar llegar a ese mismo fin en el Beagle, tal vez para muchos el conflicto entre argentinos y chilenos pasó desapercibido. Pero lo cierto es que por cuestión de horas o minutos, el Papa Juan Pablo II no solo evitó una guerra, sino que le salvó la vida a más de 22 mil personas.

25 años después las presidentas de Chile y Argentina acudían al Vaticano a celebrar con Benedicto XVI esos años de paz


 

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