Viernes, 19 de abril de 2024

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La Actividad Santificadora

por Creo, Señor, aumenta mi fe

LA ACIVIDAD SANTIFICADA
 
      Toda acción cristiana, si es verdaderamente evangelizadora, tiene que partir del Espíritu Santo. No es lo mismo ser un activista que en apóstol.
   Por experiencia os puedo decir: a mí siempre me ha costado más tener dos horas de oración que dos horas de actividad, en las mismas condiciones. La acción externa compensa externamente y es, con frecuencia, alabada por los demás. Las horas de oración pasan desapercibidas y muchos las pueden considerar inútiles.
   Creo que estas consideraciones pueden ser importantes para ver el sentido que el Papa quiere dar a los números 2-34.
   De una parte: “No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, der el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de la santificación. Somos llamados a vivir la contemplación, también en medio de la acción y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión”.
   Por otra: “Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora. El desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo”.
   Como las tareas son variadas y deben ser ser inspiradas por el mismo Espíritu pude hablarse de distintas espiritualidades: del catequista, del religioso, del sacerdote diocesano, del matrimonio etc.
   El Papa también avisa: “Esto no implica despreciar los momentos de quietud, soledad y silencio ante Dios. Al contrario. Porque las constantes novedades de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios. Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. Allí no reina la alegría sino la insatisfacción de quien no sabe para qué vive”.
   En el número 32, el Papa nos señala un eslogan que nunca podemos perder de vista: No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando et creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad… En la medida que se santifica, cada cristiano se vuelve más más fecundo para el mundo…
   No tengas miedo a apuntar alto, dejarte llevar y liberar por Dios. No tengas miedo a dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida <> “.
   En el número 31, concluye el papa Francisco con la síntesis equilibrada: “Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación”.
 
 
 
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