Viernes, 29 de marzo de 2024

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¿Un monumento a D. Blas de Lezo en Madrid?

por En cuerpo y alma

            Sí señor, porque según informa Europa Press “el Ayuntamiento de Madrid hará una cuestación para dotar a la capital de una estatua del almirante Blas de Lezo, un trabajo que será guiado por una comisión presidida por el escritor Arturo Pérez Reverte, uno de los grandes impulsores de esta iniciativa”.
 
            ¿Que quién fue Blas de Lezo? Pertinente pregunta cuando se realiza en España, país en el que el ratio entre el grado de calidad, heroicidad y belleza de su historia, de su cultura y de su influencia, partidos por el conocimiento que de ellas tienen sus ciudadanos, tal vez sea uno de los peores del mundo.
 
            Pues bien, Blas de Lezo es uno de los españoles universales, el protagonista indiscutible del desastre de la “armada invencible británica”, que también existió –y por cierto, de mayores dimensiones que la nuestra-, por más que la historia la silencie y en España también, ¡faltaría más, íbamos los españoles a enorgullecernos de nuestros grandes logros históricos! ¡con lo hortera que queda eso!
 
            Blas de Lezo y Olavarrieta nace en el españolísimo puerto de Pasajes, en la españolísima provincia de Guipúzcoa, el 3 de febrero de 1689, en una de esas tantas familias vascas que entregaron sus mejores vástagos a la mayor gloria de España.
 
            Educado en Francia, a los 12 años, dentro de lo que constituirá en adelante una de las líneas maestras de la política española de la época, los Pactos de Familia con el vecino reino, se embarca como guardiamarina al servicio del Conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV, el Rey Sol.
 
            Aunque muy joven todavía, participa activamente en la Guerra de Sucesión española que enfrenta a Felipe de Anjou, nombrado sucesor por el último Austria, Carlos II, y el Archiduque Carlos de Austria. En el marco de esa guerra, con apenas quince años de edad, frente a las costas de Vélez-Málaga y contra la armada anglo-neerlandesa mandada por el Almirante Rooke, pierde la pierna izquierda, que le es amputada por debajo de la rodilla, por supuesto sin anestesia alguna pero sin proferir un solo grito. Tras defender Peñíscola y Palermo, es destacado a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, y en una batalla contra las tropas del Príncipe Eugenio de Saboya una esquirla le revienta el ojo izquierdo. Tomará parte en la Batalla de Barcelona, en que lo único que se dirime es la dinastía que había de gobernar España y que algunos alucinados presentan como parte de una lucha feroz de los catalanes por su independencia -no estará de más, querido amigo, si Vd. lo desea, que en algún momento pinche aquí para conocer la verdadera figura de Casanova, injustamente secuestrada por el nacionalismo- batalla en la cual, un balazo le inutiliza el antebrazo derecho. A la tempranísima edad de 25 años, Lezo es definitivamente tuerto, manco y cojo. En 1715 reconquista Mallorca, que rinde sin un solo disparo. Durante toda la guerra apresa decenas de navíos británicos, entre ellos el buque insignia de la Armada británica, el emblemático Stanhope.
 
            Terminada la Guerra de Sucesión y con Felipe V definitivamente asentado en el trono español, en 1720 se une a la escuadra de Bartolomé de Urdizu para limpiar de piratas los Mares del Sur, en América. Data de entonces su matrimonio con Josefa Pacheco en 1725.
 
            De vuelta a España, en 1730 es enviado a Génova a una operación de castigo, y en 1732 rinde la ciudad de Orán, patrullando después el Mediterráneo para impedir los refuerzos berberiscos.
 
            De vuelta a Cádiz y ascendido a teniente general de la Armada, en 1734 es enviado como comandante general a Cartagena de Indias, plaza en la que, por si los méritos acumulados no fueran ya suficientes, Lezo se labrará para siempre un lugar en el panteón de los grandes españoles, y otro en el de los grandes hombre de la mar. Con menos de tres mil hombres y seis barcos, defenderá la plaza contra la flota inglesa de Edward Vernon, compuesta de 186 barcos, 25.000 hombres y 2.000 cañones. La brillante defensa de Lezo, -que habrá de superar además los celos y envidias del virrey español Sebastián de Eslava, el cual llega incluso a destituírle en un momento de la batalla, aunque luego tendrá que reponerle en el mando-, prolongará el dominio español de los mares durante 64 años, y la presencia española en América durante casi un entero siglo.
 
            Para los ingleses, que no habían contado con el arma secreta de España (la “lezina”), la cosa se presentaba tan fácil que llegaron a acuñar monedas que puede Vd. visitar en el maravilloso Museo Naval de Madrid (Paseo del Prado, 5) en la que Lezo rendía la plaza a Vernon, y en las que se lee: “The Spanish pride humiliated by Admiral Vernon” “El orgullo español humillado por el Almirante Vernon”. La entidad del fracaso fue tal que según se dice, Jorge II de Inglaterra prohibió hablar de la derrota, como se cuenta también que mientras se alejaba de la bahía con su armada destrozada, Vernon iba gritando “God damn you, Lezo!”, “¡Dios te maldiga, Lezo!”.
 
            Por lo que hace a nuestro Medio Hombre, que así era conocido el heroico almirante, fallecerá contagiado de peste en Cartagena de Indias apenas seis meses después de la batalla. Tamaña desgracia ocurría el 7 de septiembre de 1741. D. Blas apenas tenía 52 años de edad. Mientras, su peor enemigo, el único que estuvo alguna vez a punto de derrotarlo y no precisamente en el campo de batalla, el Virrey Eslava, le denunciaba al Rey y urdía los hilos para atribuirse los méritos de una victoria que a poco él mismo hace imposible.
 
            Sólo una condición imponía el héroe en su testamento: la de que una placa inmortalizara en la propia Cartagena de Indias la heroica defensa realizada. Esa placa no ha lucido en la ciudad hasta el día 5 de noviembre del año 2009, 268 años después. En ella, no obstante, se leen hoy día estas hermosas y merecidas palabras:
 
            “Homenaje al Almirante D. Blas de Lezo y Olavarrieta. Esta placa se colocó para homenajear al invicto almirante que con su ingenio, valor y tenacidad dirigió la defensa de Cartegena de Indias. Derrotó aquí, frente a estas mismas murallas, a una armada británica de 186 barcos y 23.600 hombres, más 4.000 reclutas de Virginia. Armada aún más grande que la Invencible Española que los británicos habían enviado al mando del Almirante Vernon para conquistar la ciudad llave y así imponer el idioma inglés en toda la América entonces española. Cumplimos hoy juntos, españoles y colombianos, con la última voluntad del Almirante, que quiso que se colorara una placa en las murallas de Cartagena de Indias que dijera: AQUÍ ESPAÑA DERROTÓ A INGLATERRA Y SUS COLONIAS. Cartagena de Indias, Marzo de 1741”.
 
            Por el contrario, la Armada Española siempre ha honrado la memoria del Almirante, y es costumbre inveterada que uno de sus buques porte su nombre. El último así bautizado es una fragata de la clase Álvaro de Bazán, la F103. La Armada de Colombia tuvo también un barco con su nombre. Y existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz), donde reposan muchos otros héroes de la Armada Española, así como una maqueta de la Batalla de Cartagena de Indias en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares. Barrios, avenidas y plazas de en Cartagena de Indias le conmemoran en sus nombres; y su estatua frente al baluarte de San Felipe mantiene viva entre los cartageneros su memoria.
 
            Por mi parte, me honro con la amistad de Pablo Victoria, un hispanista colombiano, senador y diputado de la República de Colombia entre los años 1990 y 1998, miembro de la Academia Hispano-Americana de Letras, de la Academia de Historia Eclesiástica de Bogotá y de la Sociedad Bolivariana de Colombia y autor de grandes obras de investigación histórica como las tituladas “El día que España derrotó a Inglaterra”, precisamente sobre la gesta de D. Blas, o “España contraataca”. Pablo, un buen día no hace tanto, pasó por mi casa precisamente para hablarnos con todo orgullo de la figura que había defendido su patria de la dominación inglesa. Para mí, el verdadero artífice del rescate de la figura de D. Blas ante los ignorantes españoles del s. XX y XXI. Me honro también con la de Juan Antonio Pérez Foncea, autor del libro “El héroe del Caribe”, recreación novelística de muy agradable lectura sobre el gran episodio de la defensa de Cartagena de Indias, a quien tuve el gusto de entrevistar en Radio María para el programa “Con otros ojos” el pasado día 23 de marzo.
 
            ¡Ah, querido amigo! Y si quiere contarse entre los partidarios de que España honre de manera adecuada la figura de uno de los más grandes españoles de todos los tiempos, el Almirante Blas de Lezo y Olavarrieta, del españolísimo puerto de Pasajes, en la españolísima provincia de Guipúzcoa, no deje Vd. de firmar aquí.
 
 
            ©L.A.
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