Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Y Rosell, Urrutia, Patxi López, Artur Mas…¿qué dicen de la pitada?

por En cuerpo y alma

 
 
            El sábado en esta misma sección ya me hice una pregunta: “¿Dónde c… estaba ayer Rajoy?”, cuando su sitio era en el Calderón, al lado de quien sí tuvo la gallardía de acudir representando a la más alta magistratura de la nación. Estuvo feo que no acudiera, Rajoy, peor aún, cometió un terrible error.
 
            Hoy la pregunta es: ¿Y donde han estado todos estos días Rosell y Urrutia, presidentes del F.C. Barcelona y del Athletic Club de Bilbao? ¿Y dónde han estado todos estos días el Sr. López y el Sr. Mas, presidentes respectivamente de la comunidad autónoma vasca y de la comunidad autónoma catalana? ¿Una sola declaración pidiendo a sus aficionados y a sus ciudadanos un poco cordura, un poco de serenidad, un poco de respeto a los demás o simplemente a los madrileños que con tanta hospitalidad les hemos acogido? ¿Una sola palabra en defensa de la Jefatura del Estado y de los símbolos nacionales, que son de todos, también de ellos (aunque les pese)? ¿Es que nadie les va a pedir a los citados señores responsabilidad alguna por su silencio, en el mejor de los casos cobarde, en el peor -y según me temo el más cercano a la realidad-, cómplice?

            Y en cambio a ella... a ella la han puesto a caer de un burro, a parir como se dice, por hacer la únicas declaraciones sensatas que se han hecho en toda la semana sobre el tema del que hemos estado hablando todos. Me refiero, claro está, a Esperanza Aguirre, que dijo una verdad como un templo: si hay pitada (en la final de la Copa del Rey) se cierra el campo y se juega a puerta cerrada. ¡Pues claro que sí! ¡Faltaría más! Que una cosa es la libertad de expresión y cosa muy distinta es la ofensa de los símbolos nacionales, por cierto, penada en el Código Penal:

            “Artículo 543. Las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus Comunidades Autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad, se castigarán con la pena de multa de siete a doce meses”.

            Igual que las ofensas a la Corona, no menos castigadas:

            “Artículo 490.3. El que calumniare o injuriare al Rey o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a la Reina consorte o al consorte de la Reina, al Regente o a algún miembro de la Regencia, o al Príncipe heredero de la Corona, en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son”.

            Y si a quien tiene que hacer cumplir la ley no le gustan estos artículos, que los derogue y que despenalice las conductas que castigan. Pero mientras existan... ¡que se apliquen! ¡Y basta ya de hacer leyes para no cumplirlas!
 
            Vivimos en un país raro, el único país del mundo en el que sus nacionales pitan al himno propio y escupen a su propia bandera. A muchos les parecerá un espectáculo singular, del que todos andan admirados por ahí… Todo lo contrario, créanme: un espectáculo infame, deplorable, repugnante, que nadie en el mundo comprende, difícil de explicar a nadie que no sea español… tan horroroso y miserable como el que escupe a su padre… o sea, imperdonable…
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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