En 2013, cuando Francisco apenas llevaba unos meses de pontificado, Vinicio Riva tenía 48 años. Hacía décadas que sufría una grave neuropatía -neurofibromatosis-, lo que generaba graves deformidades en su cuerpo. Presente en la audiencia del 6 de noviembre con Francisco, en algún momento se cruzaron ambas miradas, del pontífice y del enfermo, cuando el Papa bajó de su vehículo para darle un abrazo que inmortalizaron las cámaras. En una entrevista concedida a la revista Panorama, el italiano de Vicenza contó que al encontrarse con el Papa primero le besó la mano, “mientras él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas”. “Luego me acercó y me abrazó fuerte, me dio un beso en el rostro. Me abrazó fuerte. Intenté hablar, decir cualquier cosa, pero no pude: la emoción era muy fuerte. Ha sido poco más de un minuto, pero a mí me ha parecido una eternidad. Luego me moví para ver a mi tía y le dije: aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas”, añadió. Vinicio recordaría con emoción aquel día y aseguró que el gesto del Papa le ayudó a luchar contra la enfermedad. El pasado 10 de enero, a los 58 años, aquella grave dolencia puso fin a la vida de Vinicio.