El duelo y las fases se dan ante la pérdida de un ser querido: ¿qué ofrece la Iglesia para ayudar?
Fernando Caro es un sanitario de Córdoba que además es agente de pastoral de la salud de su diócesis, lo que gracias a su labor profesional le hace tener una visión privilegiada sobre las necesidades físicas y espirituales de los enfermos, así como de sus familias.
En las últimas semanas la pastoral de la salud de la diócesis ha querido además elaborar un nuevo material para afrontar una realidad muy presente, y que en estos tiempos del Covid, se ha puesto incluso más de manifiesto. Se trata del duelo.
Este texto diocesano da a conocer las etapas del duelo, su significado y las consecuencias emocionales y espirituales.
Esta es la entrevista que le ha realizado la web de la diócesis de Córdoba a Fernando Caro:
-Ante la pérdida de un ser querido la fase del duelo comienza por el fastidio ¿qué significa esto en términos psicológicos?
-El fastidio es la reacción al dolor. Toda pérdida conlleva un dolor y muchas veces lo consideramos una pérdida injusta porque es humano revelarse que no entendemos y no queremos asumir. Nuestra primera reacción es sentir ira, es normal y natural. Muchas veces se tiende a pensar que el proceso del duelo es lineal, es decir, empieza con la negación, no creer lo que está pasando; a continuación el fastidio, esa ira ante el hecho traumático, que no tiene que ser solo la pérdida de un ser querido puede ser incluso una pérdida material, que nos quedemos en la ruina o una pérdida personal tanto de capacidades mentales como físicas. No es un proceso lineal porque en cualquier momento durante el proceso de curación hasta llegar a normalizar tu nueva situación puedes volver a tener esa sensación de fastidio ante el hecho traumático. En términos psicológicos se habla de esas fases del duelo de negación, fastidio, negociación, de depresión y de aceptación de la nueva situación.
-Abordamos frecuentemente el duelo como una enfermedad, como un desequilibrio que representa un desafío imposible de salvar.
-Se va así porque en esta sociedad parece que el duelo está mal visto, pero es simplemente el mecanismo que tenemos para asumir una nueva realidad. Muchas veces cometemos el error de negarlo o de que nos incomode el hecho. Cuando vemos a alguien que está en proceso de duelo le decimos que se anime rápidamente y eso no puede ser, el duelo se tiene que pasar y cada persona tiene un duelo diferente y puede durar más o menos. En esta sociedad hedonista no queremos aceptar que estas cosas pueden pasar y es totalmente natural y es la forma de curarse ante un daño.
-Hay varias fases en el duelo, ¿cómo se manifiestan estas fases en la persona doliente?
-La primera fase es la negación, cuando a un paciente se le da la noticia de que tiene una enfermedad muy grave e incluso incurable, lo primero que pasa es no creérselo, intentamos no creernos lo que está pasando. Cuando empezamos a creer que estamos ante una situación inevitable empieza a manifestarse el fastidio, que puede hacerlo de muchas maneras, unas veces es enfado, otras la gente se encierra en sí mismo, que es lo peor porque la mejor forma que pase ese fastidio es expresándolo. La siguiente es la negociación, a ver cómo puedo negociar con la realidad para que no sea como es y sea como yo quiero que sea, es absurdo pero es humano.
La siguiente fase es la depresión, nos hundimos y se nos hace cuesta arriba lo que está pasando. Al final terminamos asumiendo lo que pasa y aprendiendo de ese dolor y nos capacitamos ante la nueva circunstancia.
-¿Qué instrumentos se les ofrece a las personas desde la pastoral de la salud de nuestra Diócesis para entender el duelo?
-Los agentes de la pastoral de la salud acompañan al enfermo en el proceso de la enfermedad y a los familiares durante la enfermedad y el deceso. Capacitamos y enseñamos a los agentes de la pastoral para que sepan entender la realidad del duelo y que no se escandalicen de él, muchas veces tenemos a escandalizarnos cuando una persona se enfada o incluso blasfema y no podemos juzgarla por lo que pase, que es totalmente normal. Preparamos a nuestros agentes para que sean capaces de ser conscientes de que eso en normal, que no juzguen y escuchen y acompañen al paciente porque en ese momento solo quiere que le escuchen, no le sirve de nada el ánimo, que incluso le puede llevar a revelarse más todavía. Simplemente hay que hacer un acompañamiento, dejar que manifieste su dolor y acompañarlo con caridad cristiana.
-¿Qué ocurre en la vida de fe de una persona cuando piden cuentas a Dios ante el duelo?
-Pasa muy frecuentemente. Depende del nivel de fe y de la vida de oración de cada persona, no se puede generalizar porque hay tantas respuesta como personas. Es verdad que hay personas muy creyentes y de una fe muy firme y ofrecen ese dolor a Dios, otros que tienen una fe muy tibia les es indiferente, pero es verdad que hay gente creyente y practicante que piensa que por ese motivo Dios le debería de haber ahorrado ese sufrimiento, pero es totalmente normal. Hay que ser muy comprensivo, Dios es infinitamente bueno y sabe que esa reacción es fruto del dolor. Dios está por encima de eso y la persona antes o después terminará volviendo a su vida espiritual, es verdad que hay casos que se pelean con Dios y puede pasar mucho tiempo, en ese caso es donde nuestra pastoral intenta acompañar de una forma muy caritativa para que la persona se reconcilie con Dios y vuelva a una espiritualidad normal.