Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El vicepresidente de Hillary, los católicos y el aborto


Tim Kaine dejó claro su apoyo firme a la sentencia Roe vs Wade de 1973, que despenalizó el aborto en Estados Unidos: "Son las mujeres las que tienen que tomar esa decisión, sin intrusión por parte de las autoridades".

por José María Ballester Esquivias

Opinión

El pasado jueves, en ABC, el profesor Julio Luis Martínez, rector de la Universidad Pontificia Comillas, celebraba que Hillary Clinton hubiese elegido al católico Tim Kaine como candidato a vicepresidente. Tras resaltar la condición de católico de Kaine y afirmar que su elección “ha aflorado el valor de lo religioso”, el profesor Martínez añade que “está en contra del aborto y de la pena de muerte, y es firme defensor de la causa de los inmigrantes y de la lucha contra la pobreza”.

Vayamos por partes. Empecemos por la pena de muerte. Los hechos son tozudos: en su etapa como gobernador de Virginia, entre 2006 y 2010, solo libró de la muerte a uno de los doce condenados cuya suerte fue sometida a su rúbrica. En teoría, la doctrina católica no excluye la pena de muerte, pero de la lectura de los apartados 2266 y 2267 del Catecismo actualmente en vigor se desprende que la posibilidad de su aplicación es ínfima.

En este punto como en el del aborto, Kaine se apunta al argumento, cínico y acomodaticio cuando se abusa de él, de la diferencia entre la convicción privada y las necesidades públicas. 

Lo mismo cabe decir en relación con el aborto. Kaine ha dicho en repetidas ocasiones, es verdad, que está en contra del aborto, pero el 15 de julio de 2016, cuando ya se sabía que iba a ser el running mate de Clinton en la carrera hacia la Casa Blanca, en una entrevista concedida a la CNN, dejó claro su apoyo firme a la sentencia Roe vs Wade de 1973, que despenalizó el aborto en Estados Unidos: “Son las mujeres las que tienen que tomar esa decisión, sin intrusión por parte de las autoridades”.

¿Y no es deber de las autoridades proteger la vida? Como con la pena de muerte, Kaine recurre a la falacia del “estoy en contra, pero no haré nada para impedirlo”. Martínez justifica al candidato vicepresidencial desempolvando la efímera teoría de la “ética comprensiva y coherente de la vida”, desarrollada en los años ochenta por el cardenal norteamericano Joseph Bernardin, fallecido en 1996. Según ésta, el derecho a la vida ha de ser incluido en un “paquete general” junto con otros derechos, como el derecho al trabajo o a una vivienda digna.

Es indiscutible -a veces se olvida- que en clave católica la doctrina social es tan importante como la doctrina moral. Lo que no es de recibo es diluir la importancia y la singularidad trágica de un asunto como el aborto para justificar el voto a un partido, como el Demócrata en Estados Unidos, que ha adoptado -y Clinton con especial ahínco- todos los postulados del feminismo más radical y de la ideología de género, nítidamente censurada por el Papa Francisco –de quien Kaine parece ser admirador confeso- en su reciente encuentro con los obispos polacos en Cracovia.

Volviendo a Kaine, su posicionamiento choca frontalmente con el apartado 4 de la nota doctrinal emitida por el Vaticano en 2002 y relativa al compromiso de los católicos en la vida política. El citado punto pide a los políticos católicos que se mantengan firmes a la enseñanza de la Iglesia en tres puntos no negociables: el matrimonio entendido como la unión entre el hombre y la mujer, la libertad educativa y… el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte.

Unas indicaciones que también son válidas en Estados Unidos. Tan válidas que el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston, de talante flexible y muy próximo a Francisco, no tuvo reparos en declarar que el apoyo de votantes católicos a la política abortista del Partido Demócrata “roza el escándalo”. Esas palabras las pronunció en 2007. Nada que ver con los planteamientos confusos de Mario Cuomo [ex gobernador de Nueva York] en 1984 y de John Kerry en 2004.

Pero, en la senda de O’Malley, los pronunciamientos más recientes del episcopado norteamericano en relación con el aborto no admiten componendas.

En los últimos 40 años, con la notable excepción de Dick Cheney, ningún vicepresidente ha influido en la política del ocupante del Despacho Oval. No parece que las cosas vayan a ser muy distintas. De modo especial en la protección del derecho a la vida. 

Y no es difícil vaticinar que una vez en la Casa Blanca, Clinton tendrá mucho más en cuenta los seis millones de dólares que le acaba de donar el abortista George Soros que las convicciones privadas de Kaine. 

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