Jueves, 10 de octubre de 2024

Religión en Libertad

¿Por qué sufren los niños? La respuesta del Papa Francisco y un conmovedor abrazo

El Papa Francisco abraza a Jun Chura (14) y Glyzelle Palomar en el encuentro con los jovenes en la Universidad Santo Tomas de Manila
El Papa Francisco abraza a Jun Chura (14) y Glyzelle Palomar en el encuentro con los jovenes en la Universidad Santo Tomas de Manila
En uno de los momentos más emotivos de la última jornada del Papa Francisco en Filipinas, el Pontífice visitó la Universidad Santo Tomás de Manila, escuchó el duro testimonio de dos niños que vivían en las calles quienes le preguntaron la razón del sufrimiento de los niños.

La dura vida en las calles comiendo de la basura
Jun Chura, de 14 años de edad, y Glyzelle Palomar, una niña de 12 años, relataron al Papa la vida dura que vivieron en las calles de Manila, en medio de una serie de peligros y alimentándose con restos de comida que encontraban en la basura.

La niña no pudo contener las lágrimas y lloró al leer las preguntas que tenía preparadas para el Papa.

“Hay muchos niños olvidados por sus propios padres. También hay muchos que son víctimas de cosas terribles como las drogas y la prostitución. ¿Por qué Dios permite que estas cosas suceden, cuando además no es culpa de los niños? ¿Y por qué hay tan poca gente que nos ayuda?

Por suparte, Jun Chura contó que fue gracias a la Tulay ng Kabataan Foundation que tuvo la oportunidad de dejar las calles para tener una vida mejor. “Hay todavía gente con corazón dispuesta a ayudar a los niños necesitados. (…) Cuando termine mis estudios yo seré quien ayude a los niños de la calle.

Luego de leer el testimonio, los pequeños se acercaron al Papa, conversaron brevemente con él, los bendijo y les dio un fuerte abrazo a ambos.

La respuesta del Papa
En sus palabras improvisadas en español y respondiendo a las preguntas que le plantearon, el Papa dijo: “te agradezco Jun porque hayas expresado tan valientemente tu pregunta cuyo núcleo casi no tiene respuesta. Solo cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste podemos responder algo”.

La pregunta sobre el dolor de los pequeños, prosiguió el Pontífice, es “una gran pregunta para todos. ¿Por qué sufren los niños? Cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo”.

Existe una compasión mundana que no nos sirve para nada. Vos (Jun) hablaste algo de eso. Una compasión que a lo más nos hace poner la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado y curado tres o cuatro, y luego hubiera vuelto al Padre. Solo cuando lloro y fue capaz de llorar, entendió nuestro drama”.

Dirigiéndose a los miles de asistentes al evento, el Papa dijo también: “queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados. Lloran aquellos que son dejados de lado. Lloran los despreciados. Llevamos una vida más o menos sin necesidades y no sabemos llorar”.

Luego cuestionó: “¿yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado, un niño abusado? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso porque me gustaría tener algo más? Y esto es lo primero que quisiera decirles. Aprendamos a llorar, como Ella (Glyzelle) nos enseñó hoy. No olvidemos este testimonio. La gran pregunta por qué sufren los niños, la hizo llorando, y la respuesta que podemos dar nosotros es aprender a llorar”.

Si vos no aprendés a llorar no sos un buen cristiano”, aseguró.

El Papa Francisco afirmó seguidamente que “este es un desafío. Jun Chura y su compañera que habló hoy nos han planteado este desafío, y cuando nos hagan la pregunta por qué sufren los niños o por qué sucede esto otro trágico en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas”.

“Sean valientes, no tengan miedo a llorar”, exhortó.

El Papa dejó de lado los papeles...
Como ya hizo en la Misa que presidió en Tacloban, el Papa Francisco decidió dejar de lado el discurso que tenia preparado para el encuentro con los jóvenes en la Universidad de Manila (Filipinas) e improvisó extensas y sentidas palabras en las que exhortó a los 70 mil asistentes a no ser jóvenes de museo, que solo acumulan información, sino ser sabios y aprender a llorar, a conmoverse con el sufrimiento ajeno, aprender a amar, dejarse amar y evangelizar por los pobres, los enfermos y huérfanos, quienes “tienen mucho que enseñarnos”.

A continuación el discurso completo del Santo Padre:

Primero de todo, una noticia triste, ayer mientras estaba por empezar la Misa, se cayó una de las torres y al caer hirió a una muchacha que estaba trabajando y murió. Su nombre es Kristel. Ella trabajó en la organización de esa Misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes y trabajaba para una organización que se llama Catholic Relief Services, era una voluntaria.

Yo quisiera que nosotros, todos juntos, ustedes, jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra Madre del cielo. Y también hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong, su papá ha venido a Manila a esperar a su mamá.

Me alegro de estar con ustedes esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con ustedes los jóvenes, para escucharlos y hablar con ustedes.

Quiero transmitirles el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en ustedes. Y quiero animarlos, como cristianos ciudadanos de este país, a que se entreguen con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de su sociedad y ayuden a construir un mundo mejor.

Doy las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las palabras de bienvenida, Jun Chura, Leandro Santos II y Rikki Macolor. Muchas gracias.

Y la pequeña representación de las mujeres (Glyzelle Palomar). Demasiado poco. Las mujeres tienen mucho qué decirnos en la sociedad de hoy. A veces somos demasiado machistas y no dejamos lugar a la mujer, pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres.

La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención, ella (Gyzelle), hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas. Así que cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres.

Yo te agradezco Jun que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta, casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste podemos entender algo y responder algo.

La gran pregunta para todos “¿Por qué sufren los niños?”. Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo.

Existe una compasión mundana que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de eso. Una compasión que a lo más nos lleva a meter la mano al bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas.

Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados; pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas.

Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿yo aprendí a llorar cuando veo a un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?

O mi llanto, es ese llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más. Y esto es lo primero que yo quisiera decirles: Aprendamos a llorar, como ella nos enseñó hoy. No olvidemos este testimonio. La gran pregunta “por qué sufren los niños” la hizo llorando. Y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar.

Jesús en el Evangelio lloró, lloró por el amigo muerto, lloró en su corazón por esa familia que había perdido a su hija, lloró en su corazón cuando vio a esa pobre viuda que llevaba a enterrar a su hijo, lloró y se conmovió en su corazón cuando vio a la multitud como ovejas sin pastor. Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano. Y este es un desafío.

Jun Chura y su compañera que habló hoy nos han planteado este desafío, y cuando nos hagan la pregunta “por qué sufren los niños”, por qué sucede esto o esto otro de trágico en la vida, que nuestra respuesta sea o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas. Sean valientes, no tengan miedo a llorar.

Y después vino Leandro  Santos II y su pregunta. También hizo preguntas. El mundo de la información. Hoy con tantos medios estamos informados, hiperinformados, ¿y eso es malo? No. Eso es bueno y ayuda. Pero corremos el peligro de vivir acumulando información. Y tenemos mucha información, pero quizá no sabemos qué hacer con ella. Corremos el riesgo de convertirnos en jóvenes-museo, que tienen de todo, pero no saben qué hacer. No necesitamos jóvenes-museo, sino jóvenes sabios. Me pueden preguntar “padre, ¿cómo se llega a ser sabio?”, y este es otro desafío, el desafío del amor.

¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la universidad? ¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la vida? Aprender a amar. Y este es el desafío que la vida te pone a vos hoy: Aprender a amar. No solo a acumular información, pues hay un momento en que no sabés qué hacer con ella, como un museo, sino que a través del amor, que esa información sea fecunda.

Para esto el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo: Usar los tres lenguajes, el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos; y los tres lenguajes armoniosamente. Lo que pensás lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realizas; y esto armoniosamente. Pensar lo que se siente y lo que se hace; sentir lo que pienso y lo que hago; hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes?: Pensar, sentir y hacer; y todo eso armoniosamente.

El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios, porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por Él.

El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero y que nos provoca una sorpresa. Si vos tenés solo toda la información, estás cerrado a la sorpresa. El amor te abre a la sorpresa, el amor es siempre una sorpresa, porque supone un diálogo de dos y a Dios le decimos que es el Dios de la sorpresa, porque Él siempre nos amó primero y nos espera con una sorpresa.

Dios nos sorprende, dejémonos sorprender por Dios y no tengamos la psicología del computer de creer saberlo todo ¿cómo es esto?: Todas las respuesta…ninguna sorpresa. En el desafío del amor Dios se manifiesta con sorpresas.

Pensemos en San Mateo. Era un buen comerciante, además traicionaba a su patria, porque le cobraba los impuestos a los judíos para pagárselos a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice “vení, seguime”. No lo podía creer. Los que estaban con él dicen “¿a este?, que es un traidor, un sinvergüenza”, y él se agarra la plata y no la quiere dejar, pero la sorpresa de ser amado lo vence y sigue a Jesús.

Esa mañana cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba a volver sin el dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete: El banquete para Aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía. Déjate sorprender por Dios. No le tengas miedo a las sorpresas, que mueven el piso ¿eh? Nos ponen inseguros, pero nos meten en camino.

El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aún a riesgo de quedarte con las manos vacías. Pensemos en San Francisco: Dejó todo, murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno.

¿De acuerdo? No “jóvenes de museo”, sino jóvenes sabios. Para ser sabios usar los tres lenguajes: Pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios y andá y quemá la vida. Gracias por tu aporte de hoy.

Y el que vino con un buen plan para ayudar cómo podemos andar por la vida fue Rikki. Con todas las actividades, con todo lo que hace, todo lo que hacen los jóvenes, todo lo que pueden hacer. Gracias Rikki, gracias por lo que hacés vos y tus compañeros. Pero yo te voy a hacer una pregunta: Vos y tus amigos van a dar, dan, dan, ayudan ¿pero vos dejás que te den? Contestate en el corazón.

En el Evangelio que escuchamos recién hay una frase que para mí es la más importante de todas. Dice el Evangelio que Jesús a ese joven lo miró y lo amó. Y cuando uno ve el grupo de compañeros de Rikki, uno los quiere mucho porque hacen cosas muy buenas, pero la frase más importante que dice Jesús es “solo te falta una cosa” –cada uno de nosotros escuchemos esta palabra de Jesús en silencio– ¿qué cosa me falta?

Para todos los que Jesús ama tanto porque dan tanto a los demás, les pregunto, ¿vos dejás que los otros te den de esa otra riqueza que no tenés?

Los saduceos, los doctores de la ley de la época de Jesús daban mucho al pueblo, daban la ley, le enseñaban, pero nunca dejaron que el pueblo les diera algo. Tuvo que venir Jesús para dejarse conmover por el pueblo. ¿Cuántos jóvenes que hay aquí saben dar pero todavía no aprendieron a recibir? Solo te falta una cosa: Ser un mendigo.

Esto es lo que nos falta: Aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Esto no es fácil de entender. Aprender a mendigar. Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso? ¿o soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre, crees que no tenés necesidad de nada ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿Sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudas?

Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos como Rikki en el trabajo de dar a los demás. Aprender a tender la mano desde la propia miseria.

Había algunos puntos que yo había preparado. Primero, que ya lo dije, “aprender a amar y aprender a dejarse amar”.

Hay un desafío que es el desafío por la integridad. Y esto no sólo porque su país esté probablemente más afectado que otros por el cambio climático: la preocupación por el medioambiente. Y finalmente el desafío de los pobres, amar a los pobres. Vuestros obispos quieren que miren a los pobres de manera especial este año, ¿vos pensás en los pobres?, ¿vos sentís con los pobres?, ¿vos hacés algo por los pobres?, y ¿vos pedís a los pobres que te den esa sabiduría que tienen?

Esto es lo que hoy quisiera decirles a ustedes. Perdónenme porque no leí casi nada de lo que tenía preparado, pero hay una frase que me consuela un poquito: “La realidad es superior a la idea” y la realidad que ellos plantearon, la realidad de ustedes, es superior a todas las ideas que yo había preparado. Gracias, muchas gracias y recen por mí.
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