Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Trozos de prosa

por Guillermo Urbizu


Los pies en el borde. El cuerpo levemente inclinado. La mirada en el fondo. "¡Venga, venga!". Me salpican unos niños. El sol, la hierba, los sauces. Me lanzo. Abro los brazos y las piernas. Me estiro en el aire. Y de pronto el agua que me deja paso, que me rodea. Y me dejo llevar por el impulso, entre burbujas y brillos. Esa paz donde buceo ahora, ese lustre azul en el que pienso los años.

En realidad deberíamos escribir sólo aquello que necesitamos decir. Sin cortapisas ni camelos. Sin estar a sueldo de nada, y sin fijarnos en modas y monadas. En esa necesidad puede que encontremos algo de genio (no de gremio), y que algún lector cuando nos lea lo sienta como suyo y piense: “Esto es, esto es lo que yo buscaba”.

El amor es cordura y es locura. De ahí el drama, la pasión y su hondura. De ahí su genuina aventura, la incertidumbre y la constante insatisfacción del corazón. Y el dolor. Pero también esos instantes de felicidad y de ternura, esa vida que no cambiaríamos por nada porque nos parece casi infinita.

 
Alguna vez habrá que preguntárselo. Digo yo. Parar y pensarlo. ¿Para qué estoy yo en este mundo? Así, de pronto, se queda uno como muy quieto, boquiabierto, incluso asustado, o lelo, o con cierta tentación escapista. Cuesta ser sincero, salir de los acostumbrados espejismos. La pregunta se las trae, lo reconozco. ¿Qué decir? ¿Qué pensar?

La literatura es, en innumerables ocasiones, una plegaria. Puede que escondida o camuflada entre fantasías, equívocos, blasfemias o retóricas alharacas. Pero hay un deseo innato, un anhelo, una cifra que Dios no deja de leer con cariño de Padre. Él es el único lector que se adentra en nuestra más profunda inquietud y significado.
 
Nos hablan de cultura por mil sitios, en una constante propaganda mercantil y política. Es una cultura del entretenimiento, sin más. De pasar los ratos de nuestras vidas en una afasia espiritual que nos impide darnos cuenta de la plenitud trascendente del hombre. Esa plenitud que sobre todo se manifiesta en el amor por los demás.

¿Ser romántico es una debilidad inaceptable, es un estado de ánimo que debilita la voluntad, es sólo una idea más o menos literaria plagada de ensueños que nos alejan de la realidad? Yo soy romántico. No se trata de gazmoñería o simple pose. Es una necesidad, es apreciar lo que ocurre con mayor demora, sin miedo a manifestar la propia ternura. Ser romántico es una cualidad imprescindible para el ser humano.

En un rincón de mi despacho leo, o amo. ¿Dónde está la diferencia? Pues eso: amo, digo leo. No se trata de tiempo, es otro el fundamento. Como si toda mi existencia hubiera estado preparándome para esto que ahora veo y que no sé explicar del todo bien, pero que siento que es el centro de lo que yo verdaderamente soy. O creo que soy, y siento. En un rincón del Universo, como iba diciendo, leo. O amo. Tanto da. 
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