Martes, 16 de abril de 2024

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¿Tiene limites la democracia?

¿Tiene limites la democracia?

por Un alma para el mundo

 

¿Tiene limites la democracia?

Se considera que la democracia es el modelo político más perfecto para gobernar a los pueblos. ¿Qué se entiende por democracia?  El gobierno de las mayorías sobre las minorías. Pero esto tiene sus límites, ya que un gobiernó mayoritario puede cometer las mayores injusticias ignorando, o dañando, a las minorías. Piénsese por ejemplo en el “régimen democrático del Hitler”, que masacró a las minorías judías, cristianas,  raciales y “defectuosas”.

La democracia tiene sus límites: Límites de la democracia son todas aquellas circunstancias que impiden que la voluntad mayoritaria prevalezca, a pesar de cumplir con el requisito esencial de la democracia, que es, precisamente, el ser mayoritaria. Así lo afirma un conciso trabajo publicado en Es justo y necesario: (https://patoace.wordpress.com/2006/09/23/los-lmites-de-la-democracia/

En esta línea, entonces, nos encontramos con el primer límite de la democracia: el respeto a las minorías y a los derechos del individuo. Cualquier decisión que pueda tomar una comunidad, ya sea directamente en una votación,  o mediante sus representantes, afectará a la vida y derechos de las personas, y no es difícil imaginar casos en que dichas decisiones impongan cargas injustas o intolerables a una o más personas.

Un segundo límite es que la democracia no garantiza el bien común. En teoría, que cada individuo persiga libremente su propio interés, basta para asegurar el bien común, pero la experiencia nos muestra que esto no siempre es así. Por ejemplo, una comunidad puede sufrir un grave problema de desempleo, y los economistas estar todos de acuerdo en que la mejor solución a largo plazo es bajar el sueldo mínimo, pero la mayoría de los afectados por la medida no estarán de acuerdo con que se aplique, y presionarán al gobierno para que no lo haga. Si el gobernante hace lo mejor, lo técnicamente necesario, el sistema democrático se asegurará de que otro sea elegido. Así es como surge el populismo.

Un antídoto parcial contra el populismo es la educación del pueblo, es decir, que los votantes entiendan que las medidas necesarias para el lograr el bien común muchas veces pasan por renunciar a bienes individuales. Sin embargo, el populismo siempre será un peligro para las democracias, como lo hizo evidente el movimiento estudiantil francés, que no estuvo dispuesto a renunciar a sus beneficios en pro de las medidas que según criterios técnicos era necesarias para aumentar el empleo en Francia. (Ibidem)/

Otro contrapeso a este problema es sustraer del juego democrático a las autoridades llamadas a tomar decisiones impopulares

El más grave límite a la democracia son los propios ciudadanos. La teoría democrática dice que cada individuo es soberano y libre en su decisión, pero la realidad nos muestra que los factores que determinan el voto muchas veces no son importantes. No siempre se vota con la cabeza, sino con los sentimientos, desde la ideología, y como se suele decir “con las tripas”.

Teóricamente todos los votos tienen el mismo valor, pero solamente desde el punto de vista numérico. Desde el punto de vista cualitativo tiene más valor el que sale de la consciencia y formación del individuo, pero esto no lo tiene en cuenta el sistema.

Los políticos tratan de ganarse el voto del pueblo, y para ello intentan darle al pueblo lo que pide, al menos en teoría. Por eso es fácil prometer interpretando los deseos de la gente, y alagando sus oídos. Es el camino que lleva al  populismo, arrancando el aplauso de una masa ingenua que no sabe distinguir las palabras de los hechos, las ofertas de las posibilidades de cumnpirlas.

En definitiva, democracia sí, pero con sus límites. Y un límite muy importante es la justicia y la honradez de los que pretenden llevar las riendas de la cosa pública. El pueblo se merece  un trato humano, legítimo, equitativo. La nación no es de los políticos, sino de todos. Los políticos son los llamados a defender el bien común desde la justicia y la honradez. Y no se puede  tomar decisiones como si el “solar” fuera mío, saltándose todas las barreras porque así me lo “pide el cuerpo”.

Hay que dejar que el pueblo, todo el pueblo, hable, porque está formado por hombres, y estos siempre tienen cosas que decir, aunque a veces no lleven la razón:  "El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las abejas y todo otro animal gregario, es evidente. La naturaleza - según hemos dicho - no hace nada en vano; ahora bien, el hombre es entre los animales el único que tiene palabra". (Aristóteles, Política, libro 1, 1)

 

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